Es indudable y contundente el triunfo de la oposición venezolana en las elecciones llevadas a cabo ayer para seleccionar a los nuevos miembros de la Asamblea Nacional, el órgano legislativo dentro del sistema jurídico de ese país. Hasta ahora, según los datos oficiales y faltando diecinueve curules por adjudicar, correspondientes a algunos Estados, tiene la MUD –Mesa de la Unidad Democrática- noventa y nueve diputados elegidos, al paso que el PSUV, Partido Socialista Unido de Venezuela –el partido del gobierno- logra apenas cuarenta y seis puestos.
Los datos fueron entregados por la Presidenta del CNE –Consejo Nacional Electoral-, Tibisay Lucena, pasada la media noche, y a su presentación siguió un largo discurso del Presidente Nicolás Maduro, transmitido en cadena nacional, durante el cual aceptó los resultados y reconoció la derrota, si bien la justificó diciendo que se había producido como consecuencia de la guerra económica generada por los empresarios amigos de la oposición. Según él, la escasez y las dificultades de los venezolanos para adquirir los alimentos y elementos de primera necesidad tuvieron origen en un plan preconcebido para generar malestar entre la población, y culpar al gobierno, con miras al regreso del neoliberalismo a Venezuela.
No se descarta que algo de ello haya ocurrido, pero lo cierto es que Nicolás Maduro no ha sido propiamente democrático en el gobierno. Ha confundido la autoridad con el abuso. Ha concentrado el poder de manera inconcebible en un sistema constitucional. Junto con Diosdado Cabello -actual presidente de la Asamblea- ha utilizado un discurso agresivo; un lenguaje de ofensa; de ataque; de intolerancia. Con la ayuda de funcionarios de la rama judicial, ha mantenido en prisión a opositores suyos pese a los reclamos de la comunidad internacional. Y el manejo de las relaciones internacionales no ha podido ser peor. Lo que hizo con Colombia –por ejemplo- al cerrar las fronteras, con el propósito evidente de fortalecerse a nivel interno, fue injusto e ilícito.
Y el punto más débil, que acabará con el socialismo del siglo XXI, preconizado por Hugo Chávez y continuado por Maduro: una pésima conducción de la economía.
Los resultados electorales eran previsibles. Y habrían podido ser peores para el gobierno.