Es una buena coincidencia para los colombianos que este 16 de diciembre, día en que comienzan los aguinaldos y la tradicional Novena del Niño Dios, en todos los medios la noticia principal consista en el acuerdo al que han llegado, en 75 puntos, los negociadores del Gobierno y de las Farc respecto a la Justicia Transicional y a la reparación de las víctimas del conflicto armado. En esta ocasión podemos hablar con mayor propiedad de Navidad y paz; unir los dos conceptos; esperar que el próximo 23 de marzo se firme el Acuerdo Final que permita poner término al conflicto armado, al menos con la mayor de las organizaciones guerrilleras, tras más de medio siglo de violencia, muerte y terror. Esta noche las familias se congregarán en torno al pesebre para rendir homenaje al Salvador del mundo; que vivió y murió para traernos la Paz y la Concordia; que se entregó por completo a sembrar en los seres humanos el sentimiento del amor, del perdón y de la reconciliación. Él fue el primero en perdonar a sus agresores desde la cruz.
Es cierto que el Acuerdo del que hablamos puede no ser perfecto, como no lo es obra humana alguna. Y es posible que en esta misma columna formulemos observaciones a su contenido, como lo hemos hecho respecto a los proyectos de ley y de acto legislativo que se han aprobado en el Congreso respecto al proceso de paz. Pero serán discrepancias sobre las cuales cabe la discusión democrática y académica sobre procedimientos, pero el logro principal -el de la paz- está por encima de todas esas diferencias, y nos llama a la solidaridad. Lo vemos con esperanza y optimismo. Hemos llegado mucho más lejos que en otros procesos y debemos reconocerlo. Hay que buscar los puntos de encuentro. Dialogar sobre los procedimientos. Buscar el consenso. El objetivo -que es la paz- está más cerca en este diciembre de 2015, y debemos mirar los logros con criterio positivo, sin perjuicio de formular las observaciones y críticas a que haya lugar. Hoy podemos hablar de Navidad y de Paz.