Ha muerto un gran colombiano; Monseñor Guillermo Agudelo Giraldo, sacerdote ejemplar y educador insigne, que dedicó su vida entera a la formación de la juventud y a actuar como pastor de la Iglesia Católica en distintas parroquias y comunidades.
Nacido en Bolívar -Antioquia-, fundó y dirigió el Colegio de Nuestra Señora en Bogotá, uno de los centros educación de mayor importancia en el sur de la capital, en que se han formado varias generaciones de profesionales honestos y capaces. Y fue párroco de la Iglesia d Cristo Rey, en el norte de Bogotá, en donde durante varios años congregó a una comunidad, en su mayoría compuesta por dirigentes y ejecutivos, insistiendo en los valores y los postulados de la moralidad social, que deben inspirar el servicio público y la actividad privada.
En la Universidad Pedagógica Nacional, en la cual dictó durante muchos años la cátedra de Ética Profesional de la Educación, formó a numerosos maestros que hoy multiplican sus enseñanzas en centros de formación primaria, secundaria y superior.
Su primer libro, publicado en 1971, cuyo título fue precisamente “Ética Profesional”, sirvió de texto a varias generaciones de profesores y constituye un valioso documento que no pierde actualidad y que debería ser leído, estudiado y releído por todos los profesionales, en una época en que la inversión de los valores y la falta de respeto a los principios dan lugar a la corrupción, a la búsqueda desenfrenada de riqueza sin importar cómo y al saqueo de los recursos públicos. Siguiendo las enseñanzas de Monseñor Agudelo, siempre hemos sostenido que la única forma de superar –para las futuras generaciones- el marasmo de la corrupción que hoy afecta al país radica en reforzar la formación moral y ética de los niños y jóvenes -elementos esenciales de la auténtica educación-, recuperando el concepto según el cual la vida privada, la profesional y la pública se rigen por principios que deben ser aplicados por convicción y no por imposición. Solamente una sólida formación y una conciencia moral, debidamente blindadas en el interior de cada ser humano, harán insobornables a los funcionarios, rectas y transparentes a las instituciones y a las empresas.
Agudelo –un hombre de inamovibles convicciones cristianas- escribió después una obra de reflexión sobre el catolicismo: “En la brecha con la Iglesia”. Fue columnista de "El Espectador" y dirigió durante cuarenta y cuatro años la revista de formación católica “Verdad y Vida”. Siempre con mensajes invaluables acerca del compromiso de los jerarcas y sacerdotes de Colombia y el mundo con la sociedad.
En sus últimos años luchó por la contribución de los feligreses católicos a las obras sociales del Papa. El denominado “Óbolo de San Pedro”, que se recolecta en todo el mundo, en las iglesias y parroquias, y que ha permitido a Juan Pablo II, a Benedicto XVI y a Francisco hacer mucho bien, de manera prudente y sencilla pero efectiva.
Se nos ha ido un verdadero y ejemplar sacerdote. Un gran maestro. Le rendimos sentido homenaje, sabiendo que ahora Dios lo tiene a su lado.