La noticia más reciente –infortunadamente, una mala noticia- proviene del municipio de Villeta -Cundinamarca- , en donde fue asesinada la niña Helen Juliana Gordillo, de nueve años, quien le pidió permiso a su mamá para salir a pasear en bicicleta. Horas después fue hallada la bicicleta a pocos metros del cadáver de la menor.
Pero esa es apenas, como decimos, la noticia más reciente. Porque todos los días los medios de comunicación tenemos que registrar muertes y más muertes de niños; por desnutrición; o por descuido; o atropellados por conductores borrachos; o por haber caído en alcantarillas destapadas; por irresponsables disparos al aire; por quemaduras con pólvora; o por falta de atención en las EPS.
Y también hay noticias diarias sobre niños violados, inclusive por sus parientes. Sobre recién nacidos abandonados por sus madres en basureros. Sobre niños secuestrados. Sobre niños reclutados por la guerrilla.
Las víctimas son los menores. Esos mismos seres humanos, indefensos e inofensivos, cuyos derechos -según la Constitución- prevalecen sobre los derechos de los demás. Aquellos a quienes, al tenor de los Tratados Internacionales, de la Carta Política y del Código de Infancia y Adolescencia, de la Jurisprudencia de la Corte Constitucional, se les debe la mayor protección. A quienes la familia, la sociedad y el Estado les deben garantizar el ejercicio pleno de sus derechos, su vida, su integridad personal, su desarrollo armónico e integral, el cuidado y amor, la alimentación equilibrada. Los que, a la luz de las normas "serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos".
Teoría que predicamos los profesores de Derecho. Y que lamentablemente es eso, nada más: pura teoría.