Con 55 votos contra 5, la plenaria del Senado suspendió al ahora exmagistrado, Jorge Pretelt. Tal vez, ni el investigado ni su abogado defensor quieran entender lo que muchos colombianos opinábamos sobre este problema y tal vez, por eso mismo, nunca lleguen a percibir el aire puro que respiramos cuando pese a nuestro escepticismo, la plenaria del Senado tomó la decisión el pasado miércoles, de suspenderlo de su cargo.
No es un problema personal ni contra el exmagistrado ni contra su abogado, pero es necesario expresarles a los dos, que actuaron –ante los ojos de muchos colombianos- como cualquier delincuente que evade la justicia y como cualquier tinterillo que se arma de estrategias para lograr los resultados.
De ninguna manera este escrito pretende inculpar al exmagistrado o celebrar la suspensión de su cargo y tal vez algún día se pruebe que su abogado tenía razón y estamos ante un caso –como muchos en Colombia- de condena injusta en cabeza de un hombre probo; y, tal vez, algún día los medios nos anuncien que Pretelt es merecedor de jugosísimas indemnizaciones que hoy amenaza, logrará su abogado, por aquello de que “no hay una sola prueba de que haya recibido o pedido dinero”. Todo puede suceder en Colombia donde esto de la administración de justicia es lo más injusto que hemos recibido, pero sí que es verdad que precisamente por ser ese el argumento, esto es, el de la inocencia, debieron cuando menos asumir la defensa con mayor integridad.
“La esposa del Cesar no solo debe serlo, sino parecerlo” dijo el Emperador Julio Cesar y sí que les faltó a Pretelt y a su abogado, Abelardo De La Espriella, gastarle tiempo a una estrategia –esa sí pertinente- orientada a “parecer” inocentes.
Amenazas de si me voy se van todos en la Corte Constitucional, porque “es sumamente grave lo que hay allí” Jorge Pretelt; “la ética no tiene nada que ver con el derecho” Abelardo De La Espriella; refiriéndose al ex Fiscal Montealegre “compra conciencias en la Corte” Jorge Pretelt; “hagámonos pasito” Jorge Pretelt para referirse a sus compañeros de la Corte; “si demuestro que todos somos malos, yo no soy culpable” Jorge Pretelt; recusaciones a los parlamentarios por parte del abogado De La Espriella para dilatar el proceso buscando –vaya uno a saber- que Pretelt cumpliera su periodo en la Corte Constitucional y no saliera como finalmente salió, suspendido por una decisión de la plenaria del Senado que no tiene precedentes en la Corte Constitucional, hicieron parte de esta etapa de la investigación contra el ex magistrado.
De verdad que se convirtieron en dos personajes detestados por muchos colombianos. Todo el circo que nos hicieron vivir en conjunto o visto individualmente daba ganas de sellarlo con orden de nunca más volver a abrirlo. Al propio malestar personal de no tener una administración de justicia que nos permita vivir tranquilos en Colombia, se sumaba esta comedia de muchos actos.
Pretelt llegando a las audiencias con esa risa del que miente con descaro, sin ocultarse ni sentir vergüenza; De La Espriella con sombrerito o sin él, también llegando para decir con soberbia cada palabra y cada frase que se le antojaba, como cuando le archivaron la investigación por dilación a la investigación que le inició el senador Navas Talero y se apresuró a decir que en este país solo “A los abogados buenos” se les denuncia…!Caramba¡ digo yo, que hicimos los colombianos para tener estos personajes en lo más alto de nuestras instituciones y para tener por buenos abogados a unos comediantes. “¿Por qué no denuncia a Navas Talero?” le preguntaron al abogado De La Espriella en un medio de comunicación, a lo que respondió porque es “un hombre senil y decadente a quien se le olvidó el derecho. No voy a denunciarlo porque me recuerda a mi bisabuelo”. ¡Si, cómo no! Digo yo.
Pero gracias a los senadores que votaron por la suspensión, este circo se acabó por el momento. Sí, gracias tenemos que darles a los senadores que nos regresaron aire puro a esta contaminación que nos estaba intoxicando, porque ya muchos, no digo algunos, porque éramos muchos colombianos, temíamos la entrega de una medalla de honor para Jorge Pretelt y otra para De La Espriella.
No miento si digo que en ocasiones he tenido la oportunidad de encontrar en un restaurante a Pretelt y no miento ni un milímetro en asegurar que mis amigos o yo, decidimos pedir la cuenta y retirarnos si llega Pretelt o De La Espriella o decidimos salir si los vemos en el establecimiento. El daño que el señor Pretelt le hizo a la Corte Constitucional fue grave, la herida fue profunda. Era tema obligado en los encuentros de amigos, decir y repetir que nunca la Corte volverá a ser lo que fue y esa imagen negativa, la Corte, se la debe a Pretelt.
Concluíamos -como si fuéramos los parlamentarios- que si Pretelt era inocente, debió retirarse de la Corte Constitucional para proteger la Institución, pero si decidió -como lo hizo- darle la espalda a la Corte, debió –cuando menos- defenderse con argumentos y no con esas risitas cínicas de me quieren fastidiar, pero me voy a salir con la mía.
Pretelt nunca entendió que no era un investigado común y corriente, nunca entendió que era –por el contrario- un representante de la Corporación judicial más estimada y querida en Colombia, de la institución investida por la Constitución con todos los poderes y atribuciones para administrar justicia y claramente no lo entendió o se dio las mañas para hacerse el que no lo entendió porque dándole la espalda a la Corte Constitucional nos probó que precisamente por tener esa condición era que podía burlarse de todos los colombianos.
En mi sentir, los inocentes por su propia condición de personas honradas, se defienden con dignidad y con la convicción de tener la verdad de su lado. Recusar a los jueces con insistencia sospechosa cuando el acusado se siente inocente es contrario a este digno sentimiento o burlarse de los colombianos como lo hicieron este par, habla mal de la inocencia del investigado. Tal vez, digo yo, jamás Pretel y De La Espriella interioricen desde su pedestal de artimañas y estrategias, la paz que sentimos los colombianos el pasado miércoles, cuando escuchamos el veredicto.
Aire puro fue un regalo de la plenaria del Senado para los colombianos, aire necesario para confiar en la administración de justicia –en este caso a cargo del Senado-, aire puro para sentir que pese a todo, existen claridades necesarios que no son negociables y que la verdad brilla como un sol en la mirada pura, tranquila y serena del hombre inocente. Si Pretelt es inocente le sobró la mirada cínica y la risa burlona. Si De La Espriella cree en la inocencia de su cliente le sobro el 90% de su estrategia jurídica, porque recusar parlamentarios como se pisan hormigas, definitivamente sobró. Un hombre inocente igual lo absuelven los unos que los otros.