Está muy bien, y es honroso para Colombia, que el Presidente de la República haya sido recibido en visita de Estado por la reina Isabel.
Todo iba bien en Londres hasta el momento en que el presidente Juan Manuel Santos decidió incluir en su discurso una desafortunada frase según la cual el triunfo del NO el pasado 2 de octubre en el plebiscito obedeció a una campaña de mentiras y a una estrategia de desinformación.
Resulta increíble que el doctor Santos haya resuelto justificar sin mayor fundamento una derrota interna, y hacerlo ante los británicos que lo recibían en acto solemne, en el más alto nivel diplomático. Una actitud infantil, impropia de un Jefe de Estado, descalificando el resultado de un mecanismo de participación que él mismo convocó, y además, de manera contradictoria, cuando se supone que simultáneamente negocia con voceros del NO para redactar y pactar con las Farc un nuevo Acuerdo, fruto del consenso y el diálogo.
Resulta penoso que el Presidente, además de romper, en lo externo, elementales reglas de la diplomacia, genere en el interior nuevos motivos de desconfianza y tensión que podrían malograr los esfuerzos de los distintos sectores por lograr, sobre nuevas bases, una paz estable y duradera.
No es edificante esa posición presidencial. Sorprende, además, en quien ha obtenido el Premio Nobel de la Paz, que en vez de actuar pacíficamente, obre con agresividad injustificada y extemporánea.
¿Es una equivocación imputable al Presidente, salido del protocolo, o a sus asesores?