Dios quiera que se llegue pronto a un consenso acerca del Acuerdo de Paz que sustituya el rechazado por el pueblo el pasado 2 de octubre.
Fue un error del presidente Santos redactar la pregunta de manera equívoca, pretendiendo que los votantes confundieran la paz -como objetivo nacional que todos compartimos- con un voluminoso y enredado documento de 297 páginas, cuyo contenido, desde luego, no sería leído y menos estudiado por la mayoría de los colombianos. Ello hizo que muchos votaran por el SÍ a ciegas, creyendo que votaban por la paz, y por el miedo que el propio presidente propagó, diciendo que al ganar el NO se desataría de inmediato una terrible guerra a nivel urbano. Otros, también por miedo, votaron por el NO creyendo que habría impuesto a las pensiones o que se consagraría la perniciosa ideología de género. La mayoría prefirió manifestar su discrepancia o su desinterés absteniéndose.
Pero es también equivocado lo dicho por el presidente durante su visita de Estado a Gran Bretaña, en el sentido de atribuir, indiscriminada y maliciosamente, el triunfo del NO a una supuesta campaña de desinformación. Sí hubo desinformación, pero de lado y lado, entre otras razones porque el general desconocimiento sobre el impotable documento en consideración hacía que las campañas del SÍ y del NO, pregonaran, respectivamente, virtudes y ventajas; defectos y consecuencias negativas del texto, leído por muy pocos. Y unos y otros promotores, quizá también por no haber leído, hicieron afirmaciones inexactas.
Pero también hubo votos a conciencia y con conocimiento, por el SÍ y por el NO. Hubo, además, particularmente entre los jóvenes, voto independiente, de quienes prefirieron no hacer caso a la hostigante campaña oficial, ni a las descalificaciones, abucheos y ofensas que mostraban a los partidarios del NO como guerreristas, o a los amigos del SÍ como hinchas del “castro-chavismo”.
En el caso de quien esto escribe, no voté llevado por ningún liderazgo político; se fundó en razones jurídicas, y el llamado público, en la Academia y en los medios, fue por el voto en paz y en libertad, informado y consciente, por una u otra opción, ambas legítimas. Así lo puede ver quien revise mis escritos o vuelva a escuchar las promociones radiales de LA VOZ DEL DERECHO.
Voté NO, por coherencia y rectitud, pues siendo partidario de la paz y defensor del proceso adelantado en La Habana, sin embargo tenía, como tengo, muchas reservas sobre el Acuerdo, particularmente en materia de Justicia. Y se nos pidió votar por o contra el Acuerdo en su conjunto, en bloque. Honestamente, mal podía optar por la respuesta positiva.
Pero ya pasó la etapa del SÍ y del NO. Hace un mes se votó el plebiscito. Toca ahora buscar la paz con otro Acuerdo, mediante el diálogo, y sin ignorar o incumplir lo decidido por el pueblo.