Hay expectativa en el país por la decisión que pueda adoptar la Corte Constitucional en relación con las normas legales expedidas contra el maltrato a los animales, y muy concretamente acerca de si las corridas de toros implican maltrato y si, por tanto, deberían ser excluidas del catálogo de espectáculos permitidos.
Al respecto, cabe recordar que la Corte -para decirlo con franqueza- no ha sido propiamente clara cuando ha tenido que pronunciarse mediante sentencias sobre el particular. Ha dicho, por una parte, que las corridas constituyen una expresión cultural -por tanto permitida-, y por otra que durante ellas no debe haber maltrato al toro.
Conceptos contradictorios e irreales. Porque si algo ocurre en una corrida de toros es que esos animales son maltratados en la plaza; torturados, para un -a nuestro juicio- malsano deleite del público. Es evidente que se los acorrala; se los asedia; que se ejerce violencia contra ellos, y que cuando reaccionan ante el castigo y atacan -como es de esperar que lo hagan-, pueden también causar daño, como en efecto lo han causado en muchos casos, en que los toreros han salido corneados y hasta muertos. Y para muchos, no sin razón, las corridas no son cultura sino barbarie.
Ahora bien, lo que se espera entonces es que la Corte Constitucional diga una cosa u otra, con coherencia; sin contradicciones. Y que la decisión, en vez de generar confusión, traiga claridad. Eso es lo propio del debido ejercicio de la función de control constitucional. Que todos -autoridades y particulares- sepamos a qué atenernos.
Desde luego -ya por fuera del ámbito de la Corte-, debemos decir que. a la luz de la Carta Política, es lícita la reunión y la protesta por parte de quienes no comulgan con la fiesta de los toros. Prohibirla es un desafuero y una equivocación. Pero la discrepancia debe ser manifestada de manera pacífica y tranquila; sin la violencia desaforada que contemplamos el pasado domingo en Bogotá. Es un contrasentido protestar contra la violencia mediante actos violentos. Aunque -dicho sea de paso-, al parecer no fueron los organizadores de la protesta quienes causaron el desorden, rechazado por la ciudadanía.
Finalmente, no estamos de acuerdo con quienes ahora están proponiendo eliminar la sanción penal -con cárcel- para quienes maltratan a un animal, y sustituirla por multas insignificantes. Ese sería un grave retroceso. Los animales son seres vivos, que sienten, sufren, y muchas veces son agredidos y torturados sin causa y por maldad. Su dolor y su angustia, causados por seres humanos...es algo salvaje, indigno, que una sociedad civilizada no puede aceptar. Si en el sistema jurídico hay prisión por daño en bien ajeno -un objeto que no siente-, con mayor razón cuando el daño se causa a un ser viviente, indefenso, que no tiene por qué ser agredido en su integridad, con abuso y con sevicia.