Las más recientes encuestas de opinión muestran, además de una muy baja popularidad del Presidente de la República Juan Manuel Santos -cada vez con menor aceptación-, una pésima visión acerca de lo que hace el Gobierno.
La percepción general sobre la economía es muy pesimista en todos los sectores, y es que la economía colombiana va muy mal. Las calificadoras internacionales de riesgos disminuyen la valoración de nuestra capacidad en materia crediticia y los inversionistas están desalentados, y muestran cada vez más la pérdida de confianza en el manejo oficial de la economía y en la seguridad jurídica. El desempleo aumenta y la situación de los trabajadores es desesperada, como hemos podido ver per las marchas de estos días.
Se prolonga la protesta y la grave situación social en Buenaventura, en el Chocó, en Tumaco y en otras regiones. Hay reclamos justificados de los maestros -a quienes ya el Presidente les anunció que no les va a solucionar absolutamente nada-; de los jueces y empleados judiciales; de los empleados públicos, cuya remuneración no se reajusta. Y protestan todos los trabajadores, cuyo salario mínimo fue "reajustado" de manera irrisoria, y que pierden año por año poder adquisitivo, porque el insignificante "reajuste" se pierde con las alzas en productos y servicios de primera necesidad y con los impuestos, como el IVA, que aumentaron al 19%.
Ya hemos escuchado a trabajadores dedicados honestamente a sus labores, pero mal remunerados, diciendo que ven alarmados que "el crimen sí paga". Un mensaje terrible, que es muy grave, en cuanto estimula la proliferación del delito.
Los esfuerzos del Gobierno están centrados en la implementación de los acuerdos de paz y estuvieron, durante estos años, orientados a la búsqueda del Nobel de Paz. Cuando el premio al que debería aspirar todo gobernante sería al justificado y agradecido reconocimiento de su pueblo.