Este 7 de agosto hay cambio en el más alto nivel de nuestra organización política. Se posesiona el nuevo Jefe de Estado, elegido por los colombianos el pasado 17 de junio, el Dr. Iván Duque Márquez, y se retira el actual presidente Juan Manuel Santos, quien pasará a desempeñarse como "youtuber", según el último anuncio.

 

Conviene recordar quién es, para la Constitución, el Presidente de la República de Colombia. Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, Supremo comandante de las Fuerzas Militares, cabeza de la administración nacional, el más alto grado de la autoridad nacional.

 

Según el artículo 188 de la Carta, el Presidente "simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos". Por ello, en nuestro concepto, no está bien que el Despacho presidencial, el sitio desde el cual la cabeza del Estado, del gobierno y de la administración dirige la actividad pública, traza las políticas y adopta las grandes decisiones, sea utilizado como escenario para efectos humorísticos. Ese sitio debe ser respetado. Como la sede del Senado de la República, en donde se aprueban nuestras leyes y las reformas constitucionales, hace poco escenario de un acto vulgar y sucio por uno de sus miembros.

 

La sede del gobierno, como la sede del Congreso, como las sedes de las altas corporaciones de la justicia, son símbolos. Y los símbolos se respetan. No son poca cosa en la democracia. Representan sus valores y sus instituciones. Recogen el sentimiento nacional. Merecen la consideración del pueblo, en cuanto los titulares de los cargos actúan en su representación y en ejercicio del poder que el pueblo les ha conferido en uso de su soberanía.

 

Los presidentes de Colombia son huéspedes de la Casa de Nariño, para el ejercicio de su autoridad y de sus funciones públicas, no para su promoción personal. 

 

Celebramos la inauguración del nuevo "youtuber", y felicitamos al Dr. Santos por asumir ese papel. Solo que, a nuestro juicio, hay muchos otros sitios para que desarrolle sus habilidades histriónicas. El escenario no debería ser el Despacho presidencial.