La noticia de este 7 de enero en la noche: el ataque con misiles a una base militar de los Estados Unidos en Irak, no se sabe aún con cuántos muertos, ni los daños que haya causado. La venganza que prometieron el gobierno y el pueblo iraní por el asesinato del general Soleimani, con el cual, por orden de Donald Trump, se inició el año 2020, tras los deseos de paz y prosperidad proclamados en todo el mundo.
Como lo han expresado los líderes demócratas estadounidenses y lo manifiestan los ciudadanos en numerosas marchas y pancartas en las ciudades norteamericanas, la decisión de Trump sobre bombardeo contra Soleimán en Irak fue precipitada y equivocada; no fue consultada - siendo un acto de guerra - con el Congreso; vulneró la soberanía irakí; ofendió a los iraníes en algo muy sensible y preciado; puso en vilo la paz mundial y en grave riesgo a la población de los Estados Unidos. La rabia y la sed de venganza en Irán son enormes, como se ha visto en las multitudinarias manifestaciones, una de ellas de tal magnitud que, por la misma aglomeración, en una estampida, murieron cincuenta personas.
Es probable que el propósito de Trump, como se afirma por muchos en Estados Unidos, sea el de crear una distracción o "cortina de humo" ante la proximidad de su juicio ante el Congreso y el posible impeachment, o el de asegurar su reelección, pero, por una parte, no hay proporción entre esos cortos y egoístas objetivos y el inmenso daño que esta confrontación ha causado y causará a la nación americana, al mundo y a quién sabe cuántas personas y familias inocentes, además de los efectos en la economía. Y, por otro lado, no parece muy eficaz la insistencia en la violencia para lograr los objetivos que busca el presidente.Es de esperar una actitud más razonable de su parte del presidente y una posición de los partidos, en especial el Demócrata, que ponga freno a su agresividad y que preserve hasta donde se pueda la paz y la tranquilidad de norteamericanos e iraníes.