Mientras unos abogados estudian los códigos y defienden a sus clientes en Derecho otros lo hacen sin códigos y con mucho dinero. ¿Qué aprenden los abogados en las facultades de derecho para tener lo que hoy en día tenemos los colombianos? ¿Habrá futuro? ¿Servirá de algo la ética y la moral en la formación de los estudiantes? La noticia hoy – pero en desarrollo desde hace unos meses- es que en el Tribunal Superior de Bogotá algunos abogados le pagan a una organización enquistada en su interior, es decir, empleados del Tribunal, para que embolaten los expedientes o logren –pese a pruebas en contra- fallos favorables para sus clientes.
¿Cuántas veces un litigante al llegar al juzgado donde se adelanta un proceso de un cliente se tropieza con el funcionario de la baranda que le responde: Doctor(a), el expediente por el que pregunta está embolato. Venga más tarde? Lo viví varias veces en un juzgado de familia. Fueron años de litigio sin pausa que terminaron frustrando cualquier deseo de continuar litigando. Está demasiado descompensada la balanza porque en realidad no se litiga en armonía con el derecho. Los abogados corruptos lo saben, ellos saben que es necesario llevar dinero, regalos, hacerse amigo de los dependientes del Despacho y poco a poco concertar el sentido de los autos y finalmente la sentencia a favor de las pretensiones del cliente ¿Cómo se litiga contra un abogado que actúa de esta forma? ¿De qué sirve el derecho en estos casos?
Cada abogado podría citar muchos ejemplos de lo penosa que se convirtió la actividad del litigio en Colombia. Particularmente podría mencionar algunos ejemplos de lo que padecí por cuenta del abogado de mi contraparte en un proceso de familia: el dependiente extraviaba mis memoriales y el juez profería autos equívocos que tenía que reponer; algunos autos fueron notificados a última hora de la tarde de un puente y se embolataban los dos días y la mañana del tercero de la semana siguiente para que no alcanzara a revisar el sentido del fallo y se me vencieran los términos; el abogado apelaba los autos sin argumentos y pese a que lo condenaban en costas, la práctica no cesó porque haciendo las sumas y las restas le iniciaron hasta donde conozco, 17 investigaciones en el Consejo Seccional de la Judicatura y todas fueron archivadas incluyendo una presentada por la suscrita.
Sí, un abogado de esos que prometen y obtienen resultados pese a que la función del abogado es de medios y no de resultados. Un abogado de oficina ostentosa, por aquello de que “una imagen vale más que mil palabras”. ¿El derecho? ¿Dónde queda el conocimiento de las leyes y la aplicación del Derecho y de la Jurisprudencia? El derecho reposa en libros que decoran las bibliotecas, en lindos códigos comentados y nada más, porque en Colombia no se litiga con fundamento en las normas. Lo que se estila es el puro bla, bla, bla, es decir, la charlatanería. Tuve la mala suerte de desgastarme más de diez años contra un charlatán al que Bogotá reconoce como un gran abogado. En realidad se trata de un abogado que si no llega a encontrar en el camino de sus intereses a un abogado combativo, gana y obtiene resultados. De ahí que prometa los resultados desde el comienzo y que se sienta tan seguro de que en Colombia no gana el que más sabe de leyes, sino el que más dinero puede ofrecer.
En mi opinión, abogados y funcionarios corruptos son una bomba mortal para la defensa de los derechos de los colombianos; una gran impotencia se vive cuando los derechos se ven vulnerados y el colombiano decente busca la protección de los mismos por parte de los jueces y magistrados, pero se encuentra con una mafia, un circuito perverso de gente sin ética ni moral. No son todos, pero en general la sensación de impotencia es muy grande.
En el Tribunal, nada menos que el Tribunal, ni siquiera un juzgado del pueblo más lejano y abandonado de Colombia, existía supuestamente desde el año 2010 una organización que ofrecía servicios a los abogados corruptos con el solo propósito de garantizarles los fallos favorables a sus clientes o de ser palmaria la evidencia en contra, perder los expedientes.
El abogado Wilson Fernando Rivera Pedraza, capturado por la DIJIN, le confesó a la Fiscalía que su compañero en el Tribunal le ofreció cinco millones para desaparecer un proceso y pese a que argumentó no aceptar el dinero, el expediente se desapareció dentro del Tribunal y casi, casi… prescribe. También confesó que recibió 20 millones para direccionar una apelación en el caso que se adelanta contra Laura Moreno y Yessi Quintero a “un buen magistrado con un buen criterio jurídico”. Agregó que adicionalmente recibió otros cinco millones en el año 2012 para lo mismo, es decir, direccionar la apelación en el caso de Julio Gómez a un magistrado determinado, de esos que tienen “buen criterio jurídico”. Afirmo asimismo que entre los intermediarios estaban funcionarios de la Corte Suprema de Justicia. Todavía más, dijo, que era una práctica cambiar las tapas de los expedientes de tutelas para que las fechas quedaran alteradas y se vencieran los términos, mientras estaba el expediente en el Tribunal.
En el caso de Laura Moreno y Yessi Quintero, declaró el abogado Rivera “"Ese proceso lo consiguió Javier Ortiz, él me dijo que estaban ofreciendo bastante dinero por ese proceso, acordamos pedir cuarenta millones de pesos. Javier me dio veinte millones de pesos en efectivo. Recuerdo que me los dio en el parqueadero".
A propósito de direccionar el recurso de apelación añadió: "Que él me garantizaba que del sistema no iban a detectar nada que lo que querían era un magistrado que tuviera un buen criterio jurídico. Fue el caso de un acto interlocutorio en el que se les imputaban varios delitos".
Por los hechos sucedidos en el Tribunal fueron capturados otros dos funcionarios (secretarios del tribunal) el lunes pasado y se espera capturar otras seis personas de la misma institución y se les hace seguimiento a varios abogados que dice la Fiscalía “movieron el esquema de corrupción”. A favor del testigo se presentó como argumento o excusa, que no podía negarse a lo solicitado, porque los oferentes del dinero advertían que le tocaba o le tocaba ayudar, ya que “esta gente no estaba jugando”.
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N. de la D.
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