La relación antitética Estado-mercado es el sofisma económico mejor teorizado en todos los tiempos, desde Adam Smith en adelante. Dentro de este sofisma, la mentira mejor organizada resulta de considerar el Estado un intruso solo cuando trata de regular la actividad del capital en el libre mercado, pero no cuando interviene para privilegiar negocios e inversiones.
El “libre” mercado, en cuyo derredor –dice la teoría-- gira la riqueza de las naciones, no solo es falacia, sino utopía: La mano invisible, que en forma natural regula la oferta y la demanda, como elucubró Smith, se torna bastante visible en los muchos monopolios y oligopolios que meten sus manos en los mercados, como lo percibe fácilmente cualquier vendedor de helados.
Queda claro que lo primero que tuvo que hacer el capitalismo para montar su poder hegemónico, exacerbado por el neoliberalismo de los últimos 40 años, fue apropiarse de ese Estado que solo desdeña cuando le estorba.
Estamos aquí ante una gran revelación: el neoliberalismo ha ido destruyendo el Estado de bienestar, al tiempo que ha ido construyendo un Estado tecnócrata, que nadie elige, pero que pasa por democrático en virtud de unas constituciones salidas de la pluma de políticos títeres del poder económico.
Un estudio comparativo de las constituciones latinoamericanas arrojaría una Carta-tipo, alumbrada por el ya lejano Consenso de Washington, en la que se pregona el “Estado Social de Derecho”: ¿Qué es eso? ¿Puede ser social un Estado que le entrega la soberanía monetaria a una banca central dominada por el sector financiero privado?
Resulta paradójico que Latinoamérica se ha haya convertido, en la era neoliberal, en la región más desigual del mundo, al tiempo que se pregona en sus constituciones nacionales el Estado Social de Derecho. Curioso que Chile, por ejemplo, espejo del neoliberalismo, haya desembocado en un mar de desigualdad social tapada por un sostenido incremento del PIB. ¿Y de quién es el PIB? Pues, de ese mítico 1% que se adueñó del mundo.
Para garantizar estos abusivos resultados, el poder económico necesita subyugar el Estado. No es toda intervención estatal la que combate el capitalismo; es el Estado de Bienestar el que, a pedido suyo, se ha ido borrando del mapa social en Latinoamérica… Cierto, también, que las cosas se deshacen como se hacen: la Europa progresista está mostrando el camino. El giro a la izquierda que muestran las últimas elecciones presidenciales en Latinoamérica es esperanzador, pero… siempre hay un pero: Estados Unidos. Si Latinoamérica no monta su propia estructura geopolítica, estilo UE, siempre será apéndice de Washington.
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Fin de folio.- La pandemia del coronavirus nos tiene hablando de un nuevo contrato social; y la nueva versión de una Guerra Fría, nos hace recordar que gracias a ella, la hegemonía de Occidente no fue tan despiada como hoy.
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