Opinión: El objetivo y sus condiciones. José Gregorio Hernández Galindo.
La organización estatal tiene sus propios fines. Unos generales, de cualquier Estado, que se pueden resumir en el concepto de bien común. Otros específicos, que se relacionan con las características y necesidades propias y que se consiguen de acuerdo con los valores, principios y criterios que la respectiva sociedad establece y consigna en su Constitución.
La Constitución colombiana señala los fines del Estado en su preámbulo –“… fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana…”- y en su artículo 2 –“…servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo”-.
Estos son fines permanentes. Pero siempre habrá unos objetivos concretos y prioritarios en el tiempo. Pueden coincidir con algunos de los permanentes. Dependen de situaciones o estados de cosas que exigen unas respuestas en las cuales se empeña la sociedad y a cuyo respecto se comprometen los gobiernos.
Entre los últimos mencionados ubicamos el objetivo fundamental, de hoy, del Estado colombiano: lograr la paz, tras cincuenta años de un conflicto violento y sangriento.
Ese propósito, claro está, exige condiciones y requisitos.
El que perseguimos -la paz- sería imposible sin la verdad. Sin el conocimiento por parte de la sociedad y de las víctimas del conflicto, acerca de lo que realmente ha ocurrido en el país en los últimos lustros por culpa de muchos sectores. Y sin la reparación.
De ahí la importancia de la Comisión de la Verdad y de todo lo que se dijo esta semana durante el Foro “Cultura de Paz y Justicia Transicional”. Como expresó el Presidente Santos, todos los sectores sociales y políticos deben preguntarse su cuota de responsabilidad y contribuir a la satisfacción de los derechos de las víctimas.
Pero debe precisarse que los primeros obligados a ese reconocimiento son los victimarios. El llamado presidencial no puede llevarnos a olvidar quiénes son los principales responsables: guerrilleros, paramilitares, agentes estatales que hayan traicionado a la sociedad. La verdad, la justicia, la reparación y la garantía de no repetición –que son las bases esenciales del proceso de paz- tienen que comenzar por el reconocimiento que los victimarios hagan de sus crímenes y de los daños enormes que han causado a las víctimas, a la comunidad y al país.
Son precisamente esos victimarios quienes, ante todo, deben decir la verdad –pero no “a medias”, sino completa-; y responder en efecto, reparando a las víctimas.
Desde luego, no hay víctimas de primera y segunda categoría. Todas –de la guerrilla, de los paramilitares, de los agentes estatales- deben estar en el mismo plano, conocer la verdad y obtener la reparación. Todo en busca del objetivo primordial de la Colombia de hoy: la paz.
Jose Gregorio Hernandez Galindo
Expresidente de la Corte Constitucional de Colombia y director de la publicación “Elementos de Juicio. Revista de Temas Constitucionales” y la emisora "lavozdelderecho.com".
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