Titulada en inglés “The Railway Man” y traducida al español como “UN LARGO VIAJE” es una proyección australiana basada en hechos reales; dirigida por Jonathan Teplitzky y protagoniza por Colin Firth y Nicole Kidman. Es una película de guerra y perdón; y, de arrepentimiento más no de olvido. Los hechos sucedieron durante y después de la Batalla de Singapur que tuvo lugar en el Sudeste Asiático de la Segunda Guerra Mundial cuando el Imperio de Japón invadió la fortaleza británica de Singapur, en el año de 1942.
Película basada en libro autobiográfico del soldado británico Eric Lomax publicado en el año 1995.
LA HISTORIA: Singapur –principal base militar de los ingleses en el Sudeste de Asia, durante la Segunda Guerra Mundial- cayó ante los japoneses. La historia dice que esta rendición del ejército británico fue la más grande y significativa que hayan vivida los soldados ingleses.
Se calcula que alrededor de 80.000 tropas australianas, británicas y del Imperio Indio fueron capturadas, uniéndose a 50.000 soldados adicionales tomados por los japoneses en la Campaña de Malasia[1].
Para los japoneses, Singapur representaba una posición importante en su guerra contra los aliados. Malasia que ya había caído ante la ocupación japonesa estaba comunicada con Singapur por la carretera de Johor-Singapur y para los nipones, específicamente Singapur, era estratégicamente importante para lanzar desde allí ofensivas militares contra intereses de los aliados.
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Esta batalla de Singapur se ganó gracias al engaño, pues los japoneses cuando ocuparon el país asiático eran numéricamente menores que los británicos. Así pues, la ocupación de los japoneses -sanguinaria y atroz- se logró gracias a la astucia de sus generales. En palabras del General Imperial Japonés Tomoyuki Yamashita: “Mi ataque en Singapur fue un engaño - un engaño que funcionó. Tenía 30,000 hombres y era superado por más de tres a uno. Sabía que si tenía que pelear por un largo período por Singapur, podía haber sido derrotado. Es por eso que la rendición debía ser rápida. Estuve temeroso todo el tiempo de que los británicos pudieran descubrir nuestra debilidad numérica y nuestra falta de suministros y me forzaran a entrar en una desastrosa pelea callejera”.
Pues bien, uno de los protagonistas de la película “The Railwail Man” es el actor británico Colin Firth en el papel de un oficial del ejército británico llamado Eric Lomax, que estando en Singapur al servicio del ejército británico, fue capturado en el año 1942, por soldados japoneses y enviado por éstos en un largo viaje –hacinados en un tren de mercancía- a la zona ubicada entre Birmania y Thailandia para trabajar, en un campo de concentración de prisioneros de guerra reconocido como la prisión de Changi, en la línea ferroviaria entre Siam y Burma –llamada “Ferrocarril de la Muerte”- que los japoneses necesitaban terminar con gran prisa –especialmente el paso sobre el río Kwai-, para atacar a los aliados.
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Eric Lomax estando en cautiverio, diseñó un radio de uso clandestino buscando alguna comunicación que les permitiera a los prisioneros escuchar los progresos de los aliados; pero fue descubierto lo que se tradujo en un severo y horrendo calvario, pues considerado a partir de ese momento “un espía”, fue objeto de las peores y más crueles torturas al punto que, golpeado con el mango de un pico, le fueron fracturas las costillas y los dos brazos.
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Pasados los años, ya viviendo en Inglaterra con su esposa -personaje protagonizado por Nicole Kidman- Eric Lomax se entera por un antiguo compañero de prisión, que el cruel e inhumano soldado japonés Takashi Nagase[2], que hizo las veces de interrogador y que lo amenazó con matarlo, está vivo.
Y, lo odioso y claramente insoportable es que además se pone al corriente, mediante la lectura de un informe del Japan Times que Takashi trabaja en la prisión -ahora convertida en museo- ayudando a los antiguos cautivos y a sus familiares a encontrar las tumbas de los presos asesinados.
Esta noticia le cambia la visión de las cosas y se obsesiona con la venganza; la certeza de no continuar viviendo inmerso en las pesadillas y los ataques de pánico que la experiencia de Thailandia le dejó -mientras su verdugo se pasea tranquilo por la prisión- le avivan el deseo de justicia, así la tenga que encontrar y hacer valer por su propia mano.
La realidad es que estar al tanto de los hechos y conocer de buena fuente que el perverso verdugo vive en paz y tranquilo llevando una existencia normal y apacible no lo deja vivir. Su esposa lo sabe y por eso decide escribirle a Takashi expresándole que en la publicación del Japan Times dice que todas sus víctimas le han perdonado, pero que eso no es verdad, pues su esposo no lo hizo nunca y merece –al menos- unas disculpas.
Nagase responde la carta y expresa su deseo de ver a Lomax, quien enterado de la diligencia de su esposa, decide regresar a la prisión para encontrar a uno de los nipones que años atrás y durante la batalla de Singapur lo hiciera presa de torturas y violaciones degradantes hasta casi perder la vida.
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La experiencia de llegar a la prisión y encontrar a Takashi Nagase explicándoles a unos turistas lo acontecido en ella, en el año de 1942, enardece los ánimos de Lomax.
Inicialmente le supera el odio contenido en los horribles recuerdos y amenaza con matarlo, pero poco a poco se nos presenta la triste realidad de las historias personales que algunos verdugos cargan igual como la cargan las ajusticiados; víctimas y victimarios componen al fin de cuentas una relación indisolublemente en todas las guerras emprendidas por los hombres a lo largo de la historia de la humanidad.
Takashi Nagase implora perdón y Lomax no lo escucha; es él, quien desea ser escuchado. Takashi se esfuerza por explicar que su actuar obedeció al momento vivido en aquel entonces y que está arrepentido; que no entendía la dinámica de la guerra y que muchas de las víctimas han pasado por la prisión y lo han perdonado; que su permanencia en ese lugar tiene un fin espiritual e ineludible pues necesita sentir que el mismo se perdona cada vez que recuerda lo que sucedió; que lamenta los horrores inimaginables y lamentables de la guerra y que solo a través de la redención espiritual se logra calmar el dolor inmenso que ella conlleva para los protagonistas de la misma, en cualquiera de los bandos.
Reunidos al final de la película (en la vida real año 1993) en un sitio altamente significativo para los dos -puente de Kwai-, una profunda reflexión de perdón individual y colectivo planteada de forma consistente por Takashi Nagase logra que el soldado británico baje las armas mentales y espirituales que le impedían perdonar. Lomax se da cuenta que en la persona de Nagase ya no se ve la figura soberbia que conoció en el año 1942, sino la de un hombre abatido y deshecho entre temblores y sollozos que no para de pedir perdón.
El final feliz llega y no es de cine, en la vida real la historia de perdón entre el intérprete del Ministerio de Guerra de Japón Takashi Nagase y el soldado británico Eric Lomax fue real.
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Nagase confesó a los medios de comunicación que –inicialmente- pensó que el perdón concedido por Lomax no salía del alma y que no encontraría paz hasta tener la certeza de haber sido perdonado; pero Lomax continuó encontrándose en diferentes oportunidades con su verdugo, probándole de esta forma que lo había perdonado de corazón.
Eric Lomax fue claro en decir hasta su muerte que: “Después de nuestro encuentro me sumí en un estado de paz y determinación. El perdón es posible cuando alguien está preparado para aceptar la disculpa”.
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