Se discutirá en el Congreso de Colombia, a raíz de un proyecto de ley liderado por el Senador Juan Manuel Galán –apoyado por el Gobierno, en cabeza de su Ministro de Salud y Protección Social, Dr. Alejandro Gaviria Uribe- la reforma legislativa que “intentará” hacer posible que el consumo de marihuana y otras drogas sea aprobado en nuestro país para fines medicinales y terapéuticos y no como una droga nociva para la salud. Pues bien, la película franco-canadiense “Les Invasions Barbares”, nos plantea las dos caras de la moneda: quien necesita del consumo de la marihuana y otras drogas para calmar su adicción y quien no siendo adicto, las necesita para calmar el infame dolor producido por una enfermedad terminal.
“Les Invasions Barbares” en español “Las Invasiones Bárbaras”: película dirigida por el director de cine, guionista, actor y productor cinematográfico canadiense Denys Arcand, con los papeles protagónicos a cargo de los actores –también canadienses-, Rémy Girard como Rémy; Stéphane Rousseau como el hijo de Rémy llamado Sébastien; y, Marie-José Croze en el papel de Nathalie.
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Rémy, hombre maduro de aproximadamente 65 años, de ideas radicales de izquierda; tozudo; filosofo; mujeriego; muy querido por sus amigos y examantes –la mayoría seguidores de la causa comunista- en su juventud; profesor de socialismo que se conforma con su sueldo modesto –propio de quienes dedican su vida a la enseñanza-; bebedor; fumador; miembro activo de la clase media intelectual de Montreal; y, diagnosticado con un cáncer que se encuentra en la fase terminal. No sobra aclarar que la única relación de la película con el título corre por cuenta de la frase de Rémy cuando afirma que "la humanidad es una sucesión de abominaciones, una larga cadena de invasiones bárbaras".
Sébastien: es el hijo varón de Rémy[1] pero alejado de su padre en todos los sentidos. De hecho Rémy vive en Canadá y su hijo en Londres y poco o nada se comunican. Prácticamente no se tratan y lo poco que sabe el uno del otro es gracias a la ex de Rémy, madre de Sébastien, de nombre Dorothée. La incomunicación padre-hijo se encuentra tan desmejorada en el tiempo, que incluso Sébastien cuando viaja hasta Montreal (Canadá) para saludar a su padre enfermo lo hace contra su voluntad y por petición expresa de su madre.
Sébastian en el momento en el cual se entera que su padre sufre de un cáncer en estado terminal, es un exitoso profesional de un banco londinense, no comulga con las ideas socialistas de su padre y gracias a que no lo hace –concluye- su vida es prospera y adinerada. No leyó un solo libro y piensa que –contrario a su padre- eso no sirve para nada.
Y, para ser sinceros en algo podría tener razón porque mientras la vida del padre se nos presenta algo desordena, la del hijo parece muy organizada. Pero eso –claro está- depende de la opinión muy personal de cada cual: por un lado Sébastien es un capitalista, pragmático, de vida segura que recibe en un mes lo que Rémy en un año y detesta esa personalidad idealista y romántica de su padre; y por el otro, Rémy; bohemio, promiscuo y socialista a quien le parece deleznable dedicar la vida a ganar dinero careciendo de conocimientos intelectuales, máxime si esa persona, es su propio hijo.
Cuando Dorothée le avisa a Sébastien que su padre está enfermo, éste se resiste –inicialmente- a realizar el viaje hasta Montreal. No obstante, viaja y encuentra que su padre –en su condición económica de clase media en Canadá- está sometido al vaivén de la burocracia propia del sistema de salud, comparte habitación con otros enfermos diagnosticados con males terminales y está recibiendo deficientes servicios por parte del personal del hospital.
Sébastien que no pretende quedarse en Montreal más de un par de días, al ver la realidad en la cual se halla su padre -pese a las diferencias-, propone sacarlo de ese hospital y llevarlo a los Estados Unidos donde conseguirán darle –según su opinión- mejor tratamiento al cáncer.
Rémy -por obvias razones-, se niega rotundamente “todo puede sucederle, menos morir en los Estados Unidos”; esta negativa del padre genera que los dos discutan ardorosamente y el hijo le recuerda al padre su ausencia y le eche en cara el episodio aquel en que estando juntos se vieron por 15 minutos y ninguno de los dos pronunció una sola palabra.
La fuerte disputa trae como consecuencia inmediata que el hijo decida regresar a Londres pero la madre intercede contándole anécdotas de la infancia que nos darán a entender que Rémy fue en algún momento un buen padre. Sébastien se calma y reflexiona al extremo que en lugar de planear su viaje de regreso toma el teléfono y llama a sus amigos médicos para que revisen la salud de su padre y le cuenten que tan grave está el cáncer. Los médicos le dicen que es necesario practicar exámenes muy costosos si decide pagarlos y en caso de someterse al sistema de salud tendrá que esperar mucho tiempo porque en el hospital en el cual se halla interno su padre se demoraran, en razón a que existe una lista de espera y el turno del padre está lejano.
Finalmente los médicos, le explican a Sébastien que su padre se encuentra en la última etapa de la enfermedad y no existe nada que se pueda hacer por él. Bajo el fatal diagnóstico, el hijo entiende que el conflicto que mantiene con su padre ya no tiene sentido y decide hacer todo lo posible para que los últimos días de vida de Rémy sean los mejores que haya vivido.
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Sabiendo que no puede sacar a su padre del hospital, por decisión de él mismo; lucha con el sindicato y los funcionarios administrativos para que le permitan trasladarlo a la planta baja del hospital que se encuentra desocupada; paga la remodelación del piso; solicita servicio médico especial para su padre con enfermeras exclusivas para la habitación y comienza a llamar a los amigos y las examantes de Rémy a quienes les cuenta que su padre está enfermo. A todos les paga tiquetes de viaje, hoteles y lo que sea necesario a cambio de que no se separen de su padre, hasta su muerte.
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A partir de la llegada de los amigos -algunos de los cuales Rémy no veía hacía más de 20 años- comienza una divertida plática entre intelectuales que hablan sin parar de filosofía, ideas políticas, anécdotas de juventud y todo lo que vivieron juntos, que convierte la película desde el punto de vista intelectual, en una muy buena experiencia.
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No obstante, como lo anunciamos, la película no ha sido seleccionada por nosotros para narrar la relación tormentosa de un padre y un hijo; o, el encuentro de amigos intelectuales.
Es sobre el cuerpo que soporta, infames dolores, producidos por una enfermedad terminal. Mientras se nos presenta la historia de Rémy y su hijo, somos espectadores del sufrimiento que padece un hombre lleno de vida que -por paradoja- se le va. Precisamente por esa razón es que los dolores intensos que comienza a sentir Rémy, como consecuencia del cáncer que padece, nos obligan a olvidar la historia antes contada para centrarnos en la historia real.
Sébastien se hace consciente de los fuertes dolores que soporta su padre y sabe que no existe un medicamente legalmente autorizado para calmar el dolor. A través de una charla con una de las amigas de Rémy llegará a la conclusión que solo drogas más fuertes mitigaran la carga que soporta el cuerpo de quien está subordinado a una enfermedad terminal, con todo y el sufrimiento que el tratamiento conlleva. Él sabe que no todo es charla intelectual de amigos y que su padre necesita sentirse en lo posible vital mientras se le va la vida y es entonces cuando decide buscar, por recomendación de la amiga de Rémy a la hija de ésta, llamada Nathalie, una joven toxicómana que no puede vivir sin consumir drogas y cuyo estilo de vida, angustia inmensamente a su madre.
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De forma clandestina y aprovechando que el piso remodelado es solo para su padre, Sébastien lleva a Nathalie al hospital quien establece con Rémy una comunicación entrañable y, aunque es verdad que se logra a través de charlas basadas en estados de efusiva tranquilidad -producto del consumo de las drogas ilícitas que ella facilita y Sébastien paga-, la realidad es que Rémy mejora notoriamente su salud y estado de ánimo y la joven Nathalie logra aceptar su dependencia nociva a las drogas[2].
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Los diálogos entre el señor mayor y la chica joven también enriquecen la película pero específicamente deseamos resaltar el contraste entre el uso de las drogas -cuyo consumo se encuentra por fuera de la ley-, por quien es adicto y depende de ellas para vivir y el uso de la misma droga por quien estando enfermo la consume para sobrellevar dolores agresivos e insoportables en el cuerpo-
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Ad portas de la discusión sobre si se debe o no, legalizar la marihuana con fines terapéuticos en Colombia, vale la pena preguntarse si quien teniendo una sentencia de muerte debe padecer en sus últimos días –además- del lapidario veredicto, dolores tan intolerables como los que produce una enfermedad terminal y a veces dolores infames producidos por el tratamiento en sí mismo como son por ejemplo, los dolores propios de algunos tratamientos como la quimioterapia y la radioterapia.
Vale la pena ver la película y pensar profundamente en el tema. Para quienes hemos visto morir familiares enfermos de cáncer y padecer los dolores del tratamiento, sería interesante que el proyecto de ley fuera tomado como una propuesta sensata y no se permitiera que se desviara el debate al consumo dependiente de las drogas ilícitas por parte de adictos, pues nada tiene que ver una cosa con la otra. Lo que se está buscando -al menos así lo entendemos- es ayudar a quienes padecen enfermedades terminales, para que sus días sean menos dolorosos. Y, cualquier cosa que podamos hacer para lograrlo debe ser bienvenida y debatida con una visión flexible, piadosa y seria.
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[1] Rémy tiene otra hija.
[2] Rémy le deja su gran biblioteca a Nathalie quien finalmente se interna para tratamiento, gracias a la influencia del profesor de filosofía y al pago del tratamiento que Sébastien hace a cambio de sus servicios.