Para muchos la situación actual del país se resume en la división entre Uribistas y Petristas, una visión bastante minimalista de la realidad que ignora el abanico de posiciones que los ciudadanos tenemos, otros amplían un poco el espectro y hablan de derecha, centro e izquierda, una consideración que para su servidora carece de aterrizaje al ser visto como si esas posturas políticas fueran las de hace décadas e incluso siglos, pero el común denominador es la desinformación y sí, el fanatismo.
Por supuesto, existen fenómenos socio-políticos que hacen que se acentúen inclinaciones políticas o al menos “sociales”, pero para efectos de este texto me centraré en la desinformación y el fanatismo, que han sido la columna vertebral del caos desencadenado en Colombia en la última década, especialmente en el segundo periodo de Gobierno del ex Presidente Juan Manuel Santos.
El discurso y la dinámica política actual no es novedosa e innovadora hablando en términos generales, las estrategias de publicidad, de captación y de desempeño son las mismas que la humanidad ha tenido desde el inicio de la era moderna, y eso incluye lo positivo y lo negativo, lo honesto y lo reprochable. Aquí los politólogos me ayudarán a precisar esta observación, por lo que iniciaré con un ejemplo que reitero en casi todas mis intervenciones: la apelación a la emoción sobre la razón.
Cuando hablamos de política el fervor de las pasiones sale a flor de piel, muchas veces termina siendo un debate visceral y poco coherente cuando se detalla, pero eso no corresponde a que seamos incapaces de razonar o procesar, sino a la captura y el discurso que nos han vendido y con el que nos bombardean a diario con el uso de dos falacias muy usadas en el campo de la política: el enemigo común y la falsa dicotomía.
En qué se traduce la estrategia del enemigo común y la falsa dicotomía, en que como pueblo tenemos una lucha especifica por acabar con determinado grupo o problemática, en Colombia, el conflicto armado (parcializado) ocupa este lugar; entonces tenemos la lucha incansable contra la guerrilla, y esa lucha es la que nos une a todos y por la que debemos hacer todo lo que sea necesario. Todo. Luego está la falsa dicotomía que nos presenta únicamente dos opciones y elimina las demás, en nuestro caso, o somos Uribistas o somos Petristas, somos Uribistas o Antiuribistas, porque además estamos sumergidos en la “Uribización” de todo lo que nos pase – una posición Ubibecéntrica-; y de allí que seamos enemigos uno del otro porque si no está conmigo está en mi contra. ¿Van viendo el inconveniente?
Nos han vendido la idea de que existe un conflicto, diferente al principal que pretende el bienestar de los colombianos, que nos hace enemigos unos de otros, pero si vemos la teoría básica del conflicto nos podemos cuestionar fácilmente si existe o no en realidad ese inconveniente tan irreconciliable como no lo presentan. En palabras de Vicene Fisas el conflicto es una “situación en la que un actor (una persona, una comunidad, un estado, etc.) se encuentra en oposición consciente con otro actor (del mismo o de diferente rango), a partir del momento en que persiguen objetivos incompatibles (o estos son percibidos como tales), lo que los conduce a una oposición, enfrentamiento o lucha”, definición compatible con la de Joice Hocker y William Wilmot que nos dice que el conflicto es la “lucha expresada entre, al menos, dos personas o grupos interdependientes, que perciben objetivos incompatibles, recompensas escasas, e interferencias del otro en realizar sus metas”.
Entonces, ¿realmente hay conflicto entre quienes apoyan una posición y otra?, ¿realmente hay objetivos incompatibles e irreconciliables o solo nos hemos dado a la tarea de creer que es así? Esto lo dejo abierto para que ustedes mismos se lo contesten.
De la mano a estas estrategias del uso de falacias nos encontramos con el proceso de captación de seguidores, súbditos, votantes, partidarios o como prefieran llamarles, en donde vemos que dentro de las campañas públicas y “bajo cuerda” se emplean las apelaciones a los detonantes emocionales como por ejemplo decir que si se vota por determinada persona se van a cerrar las iglesias cuando se está en un lugar que se caracteriza por ser muy religioso, o agregamos al carrito de falacias la ad hominem en donde no se ataca lo que dice el otro, sus propuestas ni sus argumentos sino a la persona, o sea que se va a buscar cualquier cosa que pueda crear una relación adversa del público con esa persona, su género, su orientación sexual, su pasado, su físico, etc., y esto también funciona a la inversa, es decir, poniendo el rostro de alguien para respaldar las ideas que de ser analizadas objetivamente no serían tan apoyadas, cosa que es frecuente cuando se ha desarrollado una idolatría.
Algo a recalcar de lo anterior es precisamente que cuando se ha solidificado la imagen de una persona o de un grupo, esas propuestas o acciones que hacen parte de la formación humana básica o de la consciencia social pueden quebrarse sin siquiera parpadear, de allí que veamos discursos en donde se celebran asesinatos, torturas, violaciones de quienes no hacen parte de su misma postura, y si no ven el problema al leer las anteriores líneas, entonces pongan atención a lo siguiente: estamos deshumanizando a todo aquel que piense diferente a nosotros.
Al inicio de este texto dije que estábamos repitiendo la historia del frente nacional en donde justamente fue la violencia bipartidista la que hizo que entre el mismo pueblo hubiese una persecución y matanza por su postura política, para mí no cabe duda que esa falsa dicotomía que nos han presentado en la actualidad ha fomentado la violencia y la persecución, que hemos deshumanizado al otro, que nos hemos lanzado de cabeza a apoyar o contradecir una propuesta solo porque determinada persona o grupo la plantea.
¿Realmente queremos que las generaciones futuras nos tengan en sus clases de historia como quienes permitimos o hicimos parte de una ola de violencia política en donde por fanatismos y falta de interés por analizar objetivamente las propuestas y decisiones permitimos la persecución y masacre a quienes pensaban diferente?, ¿No sería mejor dejarles un precedente de dinámica política sana y educación cívica consciente que pueda brindarles herramientas a futuro?
La diferencia y la pluralidad no son un obstáculo para lograr el bienestar del Estado, son los ingredientes que hacen de Colombia un país multicultural enriquecido por su variedad. Así que la invitación es a recapacitar, a analizar sin velos cada propuesta e idea que apoyamos, de forma objetiva, para que no nos permitamos ser cómplices de una masacre ni de la manipulación de otros, a que busquemos espacios para un debate tranquilo, nutrido con argumentos que nos permitan ver las opciones que tenemos para llegar a eso que todos queremos, porque finalmente todos anhelamos que Colombia sea un Estado próspero con calidad de vida, y eso no se puede lograr cuando no hay conciencia ciudadana.
