La historia nos ha mostrado, sin lugar a duda, que eliminar la humanidad de las personas, permite llegar a realizar y avalar los peores vejámenes, ¿estamos dispuestos a ser testigos silenciosos de la vulneración grave de los derechos humanos?, ¿De cuál lado de la historia queremos estar?

Recordemos que los derechos humanos no son caprichos, sino que responden a la imperiosa necesidad de establecer unos mínimos que todos debemos tener como personas y que debemos respetar y garantizar en los demás, de forma tal que no se repitan genocidios como el del pueblo judío a manos de los Nazis.

Partiré del supuesto que todos sabemos lo que fue el holocausto en el marco de la segunda guerra mundial, en Alemania, y lo que esto significó para el pueblo judío. Pues bien, a raíz de esta atrocidad se llevó a cabo el Juicio de Núremberg, en donde se sometió a juicio a los Nazis de alto rango, ante la justicia militar internacional, para que respondieran por sus crímenes contra la paz, sus crímenes de guerra y sus crímenes contra la humanidad.

Algo muy importante a resaltar dentro de estos juicios, es que se pudo ahondar en la campaña Nazi, pues no es normal, bajo ninguna óptica, que alguien sea tan indiferente y carente de empatía, como sucedía en la Alemania Nazi; descubriendo que uno de los pilares claves de su campaña y adoctrinamiento era la deshumanización del pueblo judío. Es decir, quitarle la calidad de ser humano, de persona a todo un pueblo, para que no hubiese sentimientos de afinidad, empatía, lástima, arrepentimiento ni cuestionamiento sobre si está bien o mal.

Cuando eliminamos la humanidad del otro nos permitimos solicitar, avalar y hacer las peores cosas, torturarlos, asesinarlos, humillarlos, y cualquier cosa que se nos ocurra, pues no sentimos culpa, no sentimos remordimiento ni empatía. No vemos a ese otro como persona, no nos duele su realidad porque hemos roto el hilo que nos conecta; y esto no quedó en el pasado, sigue pasando a diario y en diferentes esferas de la sociedad, especialmente en la nuestra que, infortunadamente, conserva una “cultura” violenta que a menudo confunde la justicia con la venganza, y que cree que la sangre y la violencia son el único camino, dejando de lado la posibilidad de cambio, de mejora como sociedad.

Pensemos en esto cuando nos atrevemos a decir que una persona que ha cometido un delito deja de ser humano y merece ser tratado sin el mínimo de dignidad humana, que merece ser torturado, ¿podemos ver lo grave que es eso?

Todos estamos de acuerdo en que, si se comete un delito, se debe responder por ello, pero esto debe ser desde la legalidad, es decir, como se ha establecido que se debe proceder para que haya justicia (no venganza), y se pueda lograr el cometido de la justicia penal que es de doble connotación: (i) la sanción, que es una sanción personal y además ejemplificante y (ii) la resocialización, que se orienta a que no se repita por esa persona y pueda ser un miembro sano de la comunidad.

Si en este punto no ha quedado claro, lo digo expresamente: Los delincuentes, aun habiendo cometido el delito que sea, siguen siendo humanos, y no se puede avalar desde la sociedad que se les deshumanice por la sed de sangre y venganza. Ninguna sociedad puede progresar ni disminuir la criminalidad ni la violencia mediante el uso de la violencia y el desconocimiento de los mínimos que por el hecho de ser humanos se nos deben respetar y debemos respetar, como son el artículo primero y quinto de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

“Artículo 1: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

“Artículo 5: Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.” (Negrilla fuera del texto original)

Lo anterior suele ser reprochado por algunos sectores de la población que piensan que el torturar y deshumanizar a quien haya cometido un delito es la solución, pero quiero reiterar que uno de los fines de la justicia penal es la resocialización (aun cuando la condena sea amplia y vaya a estar privado de la libertad por décadas), lo que va a impactar en la reincidencia de esa persona.

Cuando vemos índices de criminalidad y nos enfocamos en la reincidencia, hay algo que sobresale y que deberíamos prestar atención, y es que cuando hay un trato digno, cuando de verdad se busca la justicia, quienes cometieron delitos y fueron condenados por ellos, rara vez reinciden, o sea, no es usual que vuelvan a cometer delitos, mientras que en los Estados en los que hay menos garantías humanas, tratos degradantes e inhumanos, la reincidencia es bastante alta. Ejemplo de ello es Noruega y Estados Unidos¹.

Finalmente, debemos entender que no es lógico ni consecuente tener un cambio social que disminuya o erradique la violencia y la criminalidad, cuando es precisamente la violencia lo que se pide a gritos, cuando desde un sentido de superioridad por no estar condenados penalmente, nos atrevemos a demandar la deshumanización de quienes si lo están y su trato contrario a los derechos humanos.

Espero que este texto los incentive a investigar sobre los derechos humanos, sobre la criminalidad y la función de la justicia penal, pero sobre todo esto, los invite a ser más humanos y tener siempre presente que las personas no somos los errores que cometemos y que no podemos ser tan indiferentes y apáticos como para avalar o solicitar la tortura de otros bajo la excusa de justicia, cuando en realidad estamos buscando venganza cruda y dura.

¹  Ver estudio: https://www.nber.org/system/files/working_papers/w22648/w22648.pdf

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