Como es usual en Colombia, se presentaron las usuales posturas y discursos extremos que, a la fuerza, son llevados a cualquier debate que surja en la actualidad. Por un lado, quienes sin dudarlo alzan la voz en rechazo a lo que parece ser una normalidad de abuso policial y malas prácticas del cuerpo uniformado de la Policía Nacional, y por el otro, quienes sin ningún escozor han manifestado que Javier Ordóñez se merecía lo que le pasó y que apoyan a la Policía Nacional.
De estas dos posturas extremas, se desprenden la promoción y, en contra postura, el señalamiento de la protesta en contra de los actos abusivos, desproporcionados y totalmente fuera del espectro de la ley de algunos Policías, siendo el centro del debate el uso de las vías de hecho tanto de la ciudadanía como de los Policías.
Aquí quiero invitarlos a que se abran a la idea de ver en matices, de entender que hay un abanico de opciones para discutir y para asumir, a que no caigamos en esa falacia constante de la falsa dicotomía o bifurcación. No todo el que siente indignación es de “izquierda”, ni mamerto, ni desocupado, así como no todos quienes rechazan que se incendien los CAIs son “uribestias”, sometidos, tibios, o “mozos” de algún policía.
Estamos frente a una oportunidad crucial para que como ciudadanía nos demos la oportunidad de dejar de lado los fanatismos, las falacias argumentativas (falsas equivalencias, el hombre de paja, ad hominem, falsa ambigüedad, etc), y que nos unamos como colombianos que somos, como seres humanos y que juntos hagamos sinergia. La pluralidad es una de las características de nuestro Estado, así que dejemos de ver la diferencia como algo negativo.
Continuando con nuestro tema, el pilar del problema no es a quién se está vulnerando sus derechos – en cualquiera de las formas que se presente -, sino el mismo hecho de la vulneración de derechos por parte de una institución del Estado que tiene como propósito servir a la comunidad y ayudar a garantizar sus derechos.
Hace un tiempo me dirigía al cuerpo uniformado para que dejaran de lado esa excusa tan famosa de “yo solo cumplía órdenes” con la intención de llegar al menos a unos pocos para que bajo el ejercicio de su derecho a objetar no hicieran parte de quienes vulneraban los derechos humanos de la ciudadanía por una orden de mando (https://lavozdelderecho.com/index.php/opinion/item/6918-opinion-la-orden-debida-no-mas-de-solo-seguia-ordenes-veronica-laverde). Infortunadamente, a hoy han aumentado los casos reportados de abusos policiales y de malos procedimientos de las fuerzas armadas, además de persecuciones, torturas e incluso, homicidios; que terminan reforzando la desconfianza en estas instituciones.
Indudablemente necesitamos una reforma estructural en estas instituciones, y no sólo frente a sus procedimientos. No es suficiente decir que los protocolos procedimentales serán más rigurosos si no se hace una valoración seria de las personas que quieren formar parte de la institución desde el momento de su primer acercamiento, y esto incluye un examen psicológico periódico para detectar cuando una persona tiene rasgos peligrosos, también tiene que revisarse su entrenamiento, porque es frecuente que dentro del relato del personal uniformado se escuche como fueron víctimas de agresiones físicas y psicológicas durante su preparación, e incluso, se nota como es normalizada la violencia psicológica. Debe erradicarse por completo ese imaginario de algunos uniformados que piensan que el ser autoridad es sinónimo de pase libre para hacer lo que quieran.
Las anteriores, como ejemplo de algunas de las medidas preventivas a desplegar, pero también se tiene que detener la impunidad en los casos de abuso de la autoridad, de irregularidades en los procedimientos, de los actos que desbordan la actuación policiva, debe haber una exigencia absoluta y rigurosa del cumplimiento exhaustivo de los protocolos de procedimientos policivos y militares, el entendimiento del uso de la fuerza como último recurso y de la proporcionalidad de los medios, y algo muy importante, la justicia penal militar no debe seguir siendo un escudo de impunidad ni dilatación de la justicia, así como las consecuencias de los procedimiento irregulares no deben estar limitadas a una sanción disciplinaria precaria y demorada.
Teniendo eso claro, podemos regresar la mirada a la ciudadanía y pensar en la forma en la que nos manifestamos. Claro, la protesta es un derecho, pero no es equivalente a tener derecho a desplegar vías de hecho. Si estamos en contra de la violencia ¿ser violentos es la vía para demostrar que la violencia está mal?, y antes de que piensen en que no hay forma de que se logren cambios sin desastres y violencia, piensen en las protestas pacíficas, en los medios de control ciudadano, en los mecanismos de participación ciudadana, en la coherencia entre lo que buscamos y hacemos. Sí, históricamente tenemos eventos cruciales que se lograron por medio de levantamientos violentos, pero antes de decir que eso lo sustenta, pensemos si es equiparable a hoy, si tenemos esa misma condición mental, geopolítica, social, económica, etc., o si tal vez hoy contamos con otros instrumentos para llegar a esa meta que todos deseamos, y antes de que caigamos en la falacia del hombre de paja y se busque tergiversar esto, no digo que haya que hacer “besaton” como protesta, pido que de forma consciente busquemos alternativas.
Muchos dirán que no sirve de nada el avance en la relación ciudadano – Estado y los mecanismos legales que tenemos a la mano los ciudadanos, y es comprensible que no se confíe en las instituciones, que haya detrimento en la legitimación de estas, pero aun no estamos tan devastados para ignorarlas por completo, y un claro ejemplo es que gracias al ejercicio de uno de los mecanismos de control ciudadano que busca la protección de los derechos colectivos, hoy se encuentra detenido preventivamente, como medida cautelar, el desembolso del préstamo que anunció el gobierno a favor de Avianca Holdings S.A.; así que podemos sentarnos y ver las alternativas de impacto que tenemos a la mano mientras protestamos en las calles, desde nuestros balcones y también por redes sociales. Estas medidas no son excluyentes.
Finalmente, quiero que independientemente de su postura, analice sus argumentos, piense bien en cómo puede desde sus posibilidades ser parte del cambio. No podemos darnos el lujo de ser selectivos en la indignación y dolor, la vida de un ciudadano no vale más ni menos que la de un Policía, todos merecemos un trato digno y justo, nuestra ira y rechazo no puede estar encaminada a una sed de venganza sino a un cambio que nos permita detener esos actos que nos vulneran a todos como colombianos, y si usted que me está leyendo es Policía o hace parte de alguna de esas instituciones, lo invito a que enaltezca su uniforme y honre su profesión, a que sea un agente de cambio.
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