De esto se ha hablado en varios medios de comunicación y en las redes sociales, por lo cual no hondearé en los análisis ya hechos, pero sí quiero dejar dos opiniones al respecto. La primera es que el porcentaje de abstencionismo sigue siendo muy alto, lo que deslegitima el postulado del modelo político democrático representativo en el que el pueblo es quien decide quién lo gobernará y bajo que condiciones (en nuestro caso las propuestas presidenciales). Sin embargo, en Colombia seguimos pensando que el derecho al voto es simplemente facultativo y que no hace parte de un deber ciudadano, aun cuando está expresamente señalado en la constitución como un derecho-deber.
La segunda opinión es algo más polémica. Está claro que el sistema democrático es "el mejor" que se ha implementado y que en la actualidad se busca sostener y promover, pero para mí rompe con toda lógica que el voto de una persona que sí leyó las propuestas, que se informó sobre el qué, el cómo, el por qué y el para qué; que sí hizo un proceso de análisis crítico valga lo mismo que el de una persona que se guía por cadenas en las redes sociales, que traga entero y que no se ha interesado en crear un criterio propio fundamentado. Considero que deberíamos dar un paso adelante y optar por un sistema noocrático (el gobierno de los más sabios y aptos) y dejar atrás el gobierno de la multitud pues la historia evidencia que la mentalidad de rebaño no ha sido benéfica a la humanidad.
Reenfocandonos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, las dos opciones que tenemos nos dejan entre la espada y la pared. Tenemos dos candidatos que han protagonizado un vergonzoso juego de eliminación de política y creación de polarización. A uno se le juzga por haber creído en unos ideales en su juventud y al otro por estar en las sombras de un ex gobernante investigado por narcotráfico y corrupción en varios Estados y responsable de vulneraciones a derechos humanos en Colombia. Pero qué hay detrás de ellos cuando los vemos como algo más que un exmilitante del M-19 y el "títere" de un político adicto al poder.
Por un lado tenemos a un abogado con máster en Derecho Económico y Gerencia de Políticas Públicas que fue Senador de la República de Colombia, Jefe de la División de Cultura, Creatividad y Solidaridad en el BID, Consejero Principal de la Dirección Ejecutiva para Colombia, Perú y Ecuador en el BID, Asesor principal Panel de Investigación sobre el Incidente Mavi Marmara entre Turquía e Israel - ONU, que ha planteado al rededor de 166 propuestas clasificadas en 9 categorías: seguridad, justicia, educación y cultura, salud y pensiones, familia y sociedad, empleo, TICS, medio ambiente y agro.
Por el otro tenemos a un economista con doctorado en Nuevas Tendencias de la Administración de Empresas, que en su adolescencia destacó en las pruebas ICFES, fue concejal independiente en Zipaquirá, Senador por el Polo Democrático Alternativo y Alcalde mayor de Bogotá. que cuenta con al rededor de 190 propuestas clasificadas en 8 categorías: educación pública y universal, salud como derecho para el buen vivir, hacia una economía productiva que defienda la vida, justicia autónoma y libre de presiones políticas, por una política libre de corrupción, un país diverso y multicolor que supera la discriminación, relaciones internacionales para la seguridad humana y la paz y pilares de la política económica de Colombia Humana.
Ambos candidatos han incluido en sus propuestas algunas ideas que no son posibles de realizar y que simplemente sirven para captar votos, como por ejemplo la cadena perpetua para violadores y asesinos de menores. Claro, cuando elegimos con los sentimientos esta es una gran propuesta, pero el Estado Colombiano no puede implementarla, la Constitución lo prohíbe expresamente en su artículo 34 y violaría el bloque de Constitucionalidad yendo en contra vía de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos. Además hay tres factores a revisar para su materialización: (i) el Estado Colombiano ha sido condenado al pago de millonarias indemnizaciones por penas privativas de la libertad en las que con los años se ha descubierto que los condenados eran inocentes, (ii) tenemos un grave problema de hacinamiento carcelario y (iii) los estudios criminológicos nos dicen que el aumento de la pena no tiene una relación directa con la disminución de la delincuencia.
En esa misma línea se ubica el anhelo de un Estado que brinde a gratuidad todo lo relativo a la vida de su población. En efecto la salud y la educación, hacen parte de los fines del Estado, pero recordemos que el Estado es una ficción jurídica que cobra vida cuando nosotros ejercemos funciones públicas y que obtiene recursos económicos de la Nación, es decir el pueblo, en su mayoría mediante la recaudación de impuestos. Ahora estamos en un capítulo histórico de transición y el presupuesto del Estado está ajustado como lo ha manifestado el Ministerio de Hacienda, entonces ¿cómo vamos a lograr esa gratuidad tan deseada cuando ni siquiera se logra hacer efectivo el pago de los compromisos ya adquiridos por la Administración en temas como reajustes salariales, pensiones o indemnizaciones de años atrás?
También tenemos la intención directa e indirecta de una constituyente en el desarrollo de los programas de ambos candidatos. Digo directa en el caso de Gustavo Petro quien hasta hace unos días lo había manifestado de forma abierta e indirecta en el caso de Iván Duque ya que, por ejemplo, la reforma a la justicia que propone implica necesariamente una constituyente toda vez que no se trata de una simple modificación sino del cambio de lo que está establecido en la Constitución misma y la organización del Estado Colombiano.
Para ver a detalle las propuestas visiten las páginas oficiales de los candidatos:
Iván Duque: www.ivanduque.com/propuestas
Gustavo Petro: www.petro.com.co/programa/
Otro tema a tener en cuenta es que hay un miedo generalizado que consiste en que, independientemente de quien gane, se establezca un gobierno abusivo y dictatorial que no entregue el poder en 4 años. Esto ha resonado más que todo entre los Uribistas, que apoyan a Iván Duque y que impulsaron sus resultados electorales (recordemos que Álvaro Uribe a la fecha sigue siendo una fuerza política por sí mismo) haciendo un símil con el gobierno Chavista, y entre los opositores de ellos y los seguidores de Gustavo Petro por el posible gobierno indirecto de Álvaro Uribe por intermedio de Iván Duque.
En mi opinión el riesgo de una cleptocracia es inminente y acá le doy los motivos para que usted piense si uno o ambos candidatos podrían o no encajar en la descripción. En general los gobiernos dictatoriales o tiránicos se caracterizan por el control de las ramas del poder ejecutivo, legislativo y judicial, eliminación y manipulación de las entidades de vigilancia y control, dominio de los medios de comunicación, anulación de la dinámica política real y generación de polarización buscando la anulación del opositor por parte del pueblo, y la desidia judicial para investigar y sancionar los casos que involucran al gobierno incluyendo los casos notoriamente escandalosos.
Si todavía no suena familiar vayámonos al caso de Venezuela y veamos la censura y manipulación de los medios de comunicación o viajemos al pasado cercano de Perú cuando en el gobierno de Fujimori se desacreditaba a sus enemigos y a los de Montesinos bajo el pretexto de la necesidad de un gobierno fuerte para liderar la lucha contra Sendero Luminoso. ¿Le recuerda la historia Colombiana, alguna campaña actual, algún partícipe de estas elecciones o le parece plausible en caso de que uno de los dos candidatos actuales quede electo?
Lo anterior nos puede motivar a pensar en el voto en blanco que como manifestación de su voluntad, opinión y deseo político es totalmente válido, pero tengo malas noticias, ya no tendrá el efecto descrito en el parágrafo primero del artículo 258 de la Constitución donde en caso de obtener el mayor número de votos se deberán cambiar los candidatos y las propuestas.
Entonces colombianos, tenemos en nuestras manos una decisión crucial para nuestro futuro inmediato y nuestro futuro cercano. Reitero la invitación hecha para las elecciones del 27 de mayo: despojémonos de los fanatismos que nos ciegan y de los miedos creados a la medida de ciertos focos de población, para así tomar la mejor decisión. Pensemos de forma consciente cuál ha sido nuestra historia, cuál es nuestro contexto social, político y económico actual, y qué nos gustaría tener en un futuro cercano. No incitemos a la violencia, ni confundamos la libertad de expresión con la libertad de agresión, respetemos la diferencia y creemos espacios de sano debate donde los argumentos reinen y no los prejuicios ni la desinformación.