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En esta ocasión quiero dedicar este texto al entendimiento del concepto de crímenes de lesa humanidad que tanto escuchamos pero que no se nos ha explicado a los ciudadanos de a pie.
La claridad de este término es fundamental por el momento coyuntural que atravesamos en Colombia y el mundo, cuando en las noticias figuran encabezados de genocidios, persecuciones, exterminios y masacres, como por ejemplo el caso de la reciente masacre en El Tarra en el Norte de Santander.
Los crímenes de lesa humanidad son importantes para todos y cada uno de nosotros en la medida en que al configurarse se está agravando, no solo a la víctima directa (sujeto pasivo), sino a la humanidad entera como especie.
Esta clasificación nace formalmente con los Juicios de Núremberg tras la Segunda Guerra Mundial que lograron configurar el genocidio como “una negación del derecho de existencia a grupos humanos enteros” como resultado de los actos llevados a cabo bajo el mando de Adolf Hitler, a lo que se sumaron los crímenes de “asesinato, exterminio, esclavitud,
deportación y cualquier otro acto inhumano contra la población civil o persecución por motivos religiosos, raciales o políticos, cuando dichos actos o persecuciones se hacen en conexión con cualquier crimen contra la paz o en cualquier crimen de guerra”.
Más adelante se extendería el abanico de delitos enmarcados como crímenes de lesa humanidad como el traslado forzoso de población, el encarcelamiento en violación de las normas fundamentales señaladas en el Derecho Internacional, la tortura, la violación, la desaparición forzada de personas, la persecución a una colectividad con identidad propia, entre otros.
Para entender cuándo se configuran los crímenes de lesa humanidad debemos tener presentes sus características: son (i) generalizados, (ii) sistemáticos, (iii) dirigidos contra la población civil por motivos sociales, políticos, económicos, raciales, religiosos o culturales y (iv) son perpetuados por las autoridades de un Estado o por particulares que actúan por instigación de dichas autoridades o con su tolerancia, ayuda o complicidad.
Lo anterior se traduce en que los delitos de lesa humanidad se cometen contra una gran cantidad de víctimas, bien sea por la cantidad de crímenes o por el número de personas a las que afecta, que se dan con ocasión de un plan o política preconcebida y regular, con participación directa o indirecta (conocimiento, apoyo, tolerancia o anuencia) de agentes del Estado; todo esto enmarcado dentro de un contexto social, político, económico, cultural o religioso determinado.
Para lograr aprehender el concepto presento como ejemplo el crimen del Apartheid, el genocidio del Pueblo Judío a manos de los Nazis, la persecución y encarcelamiento arbitrario de opositores políticos en Venezuela, el exterminio de la Unión Patriótica (UP), el asesinato al candidato presidencial Luis Carlos Galán (1989), la desaparición forzada de personas en el Palacio de Justicia (1985), el asesinato a los defensores de derechos humanos Mario Calderón y Elsa Alvarado (1997), la masacre de las Bananeras, las violaciones en los Montes de María, etc.
Entonces debemos interiorizar el concepto de crímenes de lesa humanidad contando con la prexistencia de nuestra naturaleza social. En otras palabras, debemos entender que como humanos somos seres sociales, lo que nos lleva a vivir en comunidad y por ende ser parte de un entramado que está regido por unas normas básicas de convivencia que reconocen la colectividad como especie y la diferenciación como individuos, que debe ser respetada por quienes formamos el conjunto y por quien nos debe garantizar la coexistencia pacífica, tranquila y respetuosa (el Estado). En el momento en el que se vulneran los derechos humanos, ese entramado pierde fortaleza afectandonos a todos, de allí que los crímenes de lesa humanidad se llamen así.
Es tal la gravedad de estas conductas que el Derecho Internacional acertadamente les otorga la característica de imprescriptibles, eso quiere decir que no hay un plazo después del cual dejen de ser perseguidos.
Quiero cerrar con una invitación a una recapacitación y un auto reconocimiento. En la actualidad presenciamos vejámenes con tal frecuencia que ha nacido un cayo de indiferencia, este cayo es tan tóxico como el crimen perpetuado, nos quita la humanidad que la especie humana cree tener por naturaleza, rompe con esos presupuestos básicos de vida en comunidad como la empatía y la solidaridad. Es por ello que debemos concientizarnos y comprender la gravedad de nuestra realidad, entender que cuando en las noticias nos dicen que otro líder social ha sido asesinado, no es para cambiar el canal o sentir fastidio, es para detenernos a pensar qué está mal con nosotros como grupo social.
Todos deberíamos luchar por nuestros derechos y los derechos de la colectividad, sin embargo, la mayoría de la población está en sus casas sin hacer nada y quienes luchan por los derechos que nos atañen a todos son quienes mueren sin pena ni gloria. Todos somos parte del cambio, desde casa con nuestros hijos, hermanos y padres, volvamos a formar sociedad y volvamos a merecer el nombre de humanos por algo más que una clasificación biológica.