Opinion (2310)
ACORE. La Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares, Acore, reeligió a su actual presidente, general (r) Ruiz Barrera y a su junta directiva, o ¿Estado Mayor?
En servicio activo, todos los militares miran con cierta curiosidad, desdén algunos, pero siempre con respeto y cortesía a los "retirados". Nunca se imaginan, mientras lidian con los problemas del mando y las complejidades de la guerra maluca del país, que algún día pasarán a integrar esa organización que reúne la reserva activa del país.
La realidad es que esta asociación de militares en civil tiene un potencial político incalculable. John K. Galbraith en su ensayo "Cómo controlar a los militares " (Doubleday, 1969) explica por qué las estructuras militares son superiores a las agrupaciones políticas: objetivos claros, jerarquías sólidas, disciplina severa, tradición, lazos de sangre y, por supuesto, empleo técnico de la fuerza, de las armas. Claro que la disidencia, la oposición y el debate son, con todo, características de un sano ejercicio político. Actúa la Acore, entonces, como le corresponde: con prudencia política, sin vocación de poder y buscando el bienestar de sus asociados. La dispersión en sus bases, filas, debiera decir, es propia de hombres quienes tras muchos años de ser tratados como ciudadanos de segunda, recobran su ciudadanía plena y su libertad de acción, lo cual es entendible, aunque irresponsable en los momentos trascendentales que se están viviendo en el país y en la región.
Con los bárbaros próximos a instalarse en el Congreso ostentando la impunidad de un Estado contemporizador y con vecinos armados, en crisis y vociferantes, nuestros veteranos de la Acore deben reposicionarse más allá del simple anecdotismo. La actividad mediática del reelegido presidente, los comunicados denunciando la aviesa actitud de algunos fiscales y jueces en contra de nuestros soldados, los pronunciamientos sobre la trama de La Habana, no pueden pasar como una simple curiosidad. Urge reagrupar los cuadros, traer a la cohorte las otras organizaciones de retirados militares, respetando su palmarés y hacer lo que los militares hacen mejor: un plan de campaña para el postconflicto. Más del 90 % de los ciudadanos colombianos apoyamos a nuestros militares. No nos gustan haciendo leyes ni gobernando: mírese si no los resultados electorales recientes. Pero sí los queremos apoyando a los que están combatiendo a los narcoterroristas de las farc y eln y protegiendo a los ciudadanos inermes frente a los matones creadores de supuestas nuevas patrias sin papel. Un formidable frente de defensa de la democracia decente en Colombia, sería la Acore. Lástima que los sentimientos y no la razón, sean los que predominen en la organización, ante el pláceme de muchos que insisten en ver a la Acore como "los retirados" simplemente.
La Acore es Reserva Moral de Colombia y su recién reelegido presidente tiene un reto histórico en el que se juega el futuro del país.
La aculturación del narcotráfico continuará imparable en Argentina mientras el negocio sea rampante. Entretanto llega la legalización, la reducción de la violencia colateral al negocio podrá generar una falsa percepción de control, como sucede en Colombia, o como en Sinaloa en donde el 44% los habitantes dijeron que el narcotráfico traería beneficios si no generara violencia.
La diferencia espacial
Colombia está geográficamente lejos de Estados Unidos, el principal cliente del negocio. Esto obliga a un pensamiento logístico de múltiples actores, variados recursos y problemas complejos. Para México, los estorbos se centran finalmente en el cruce de las fronteras estadinenses. Esto, por supuesto, focaliza los esfuerzos y explica en gran medida porqué los carteles mexicanos se sobrepusieron a los colombianos.
La diferencia política
Se abre paso en nuestros países una práctica nefasta para el sistema democrático, que con cualquier pretexto, ciudadanos elegidos popularmente sean despojados de sus derechos políticos por decisión de funcionarios administrativos y sin haber sido condenados penalmente. El caso de María Corina Machado en Venezuela, es la última muestra de esta peligrosa tendencia. Ha sido destituida de su cargo como diputada de la Asamblea Nacional para el cual había sido elegida por el pueblo por la determinación, sin fórmula de juicio, adoptada por el Presidente de la misma Asamblea. Éste anuncio además que puede ser inmediatamente detenida porque ha perdido también la inmunidad que le garantiza la Constitución y el funcionario invoca la Constitución, cuando palmariamente la está violando. Se frustra de esa manera arbitraria la decisión del pueblo y todavía decimos los profesores de teoría del estado que la democracia es el gobierno del pueblo, cuando en la práctica, amparándose en una constitución democrática, quienes tienen en sus manos el poder efectivo dejan sin efecto las decisiones populares. Por eso la Convención Americana de Derechos Humanos –Pacto de San José de Costa Rica- establece en su artículo 23 que en cuanto a los elegidos popularmente, la Ley no podrá establecer privación de sus derechos políticos sino por delitos y por determinación de autoridades judiciales. Pero si María Corina llegara a obtener medidas cautelares, por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, lo probable es que Nicolás Maduro, siguiendo el ejemplo de Juan Manuel Santos, las desacate.
Consejo de Estado y Medio Ambiente.
31 Mar 2014El medio ambiente sano es hoy elemento de primer orden como verdadero derecho garantizado en la Constitución y en los tratados internacionales, como que los atentados contra él son atentados contra el género humano, y simultáneamente su sostenimiento y defensa son funciones básicas de la organización estatal.
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