Opinion (2239)

Andrómeda y otros tejemanejes.

20 Feb 2014
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Escrito por


 

John Marulanda
ABOGADO. Consultor Internacional en Seguridad y Defensa.d
 
 
Tiempos nada fáciles corren para nuestro Ejército. El caso Andrómeda y el de corrupción en el mando, nos dejan sin aliento a todos los ciudadanos.
 
¿En qué contexto se da esta tremolina? Primero, el Ejército es una de las instituciones con mayor credibilidad y simpatía en el país. Segundo, hay una negociación aún poco clara con los terroristas de las farc. Tercero, hay unas campañas, electoral y reeleccionista, en pleno desarrollo. 

Algunos creen que las denuncias son oportunas para disminuir la imagen al Ejército y ambientar un Ministerio de la Seguridad, o algo similar, puerta segura para la integración de terroristas arrepentidos y para la disminución del pie de fuerza militar y la reorientación de sus funciones.

En el caso Andrómeda, respuestas límbicas, retractaciones, contradicciones y riesgos para la seguridad del Estado, es lo que parece quedar. 

Y aunque la virtud de la inteligencia militar, por comparación con el DAS, es que no ha sido manoseada por políticos ni gobernantes y que sus miembros son soldados, es claro que si hubo errores de buena o mala fe, deben ser castigados de conformidad, pero manteniendo a salvo la esencia de la actividad de inteligencia: la discreción. 

Al respecto, intentemos una analogía. El monstruo Ceto amenazó con destruir el reino del rey Cefeo, quien consultó el oráculo de Amon "el oculto" -presumo que especializado en semiótica- y este le dio la solución para salvar su país: entregar su hija Andrómeda desnuda, enjoyada y amarrada a una roca a las fauces del endriago. 

Así iban las cosas hasta que aparece Perseo, quien se enamora de Andrómeda y mata a Ceto. Entonces, ¿Va este gobierno a entregar la Inteligencia Militar a la patulea política actual y a los enemigos del Estado que medran bajo su tutela democrática? ¿Se van a exponer impúdicamente las intimidades del sistema que fue la base de la derrota militar de los terroristas? Ramplón error que arranca aplausos de quienes creen, con Groucho Marx, que la Inteligencia militar es una contradicción de términos.

Y entonces, ¿tendremos que esperar un Perseo que nos salve? ¿Qué color de túnica usará ese posible Perseo redentor: azul, roja, amarilla, verde, vinotinto? ¿Vendrá de blanco? 

El caso de la probable corrupción, según otros analistas, sirve al actual gobierno para reacomodar una cúpula aún más avenida al postconflicto y penetrar con más burocracia las estructuras administrativas y operacionales de los militares, lo cual puede concluir con la miniaturización del Ejército Operacional y la gestación de una Guardia Nacional, proyecto largamente acariciado, contradictoriamente, por Estados Unidos en los años 60 y hoy en día por los gobiernos izquierdistas de la región.

Ante estas especulaciones, solo queda esperar que haya una investigación eficiente y eficaz, de la que el Ejército Nacional salga fortalecido en su centenaria vocación de milicia "religión de hombres honrados", al decir de Calderón de la Barca.

 

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"A REMOLQUE"

19 Feb 2014
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Escrito por


JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
Ex Magistrado de la Corte Constitucional

 

Una realidad: han sido los medios de comunicación –unas veces los electrónicos, otras los impresos- los que han destapado los grandes escándalos de corrupción y alertado al país acerca de la existencia de organizaciones delictivas enquistadas en organismos públicos y en entidades privadas, y conciertos para delinquir en los cuales toman parte funcionarios y particulares.

 

Medios y periodistas, en ejercicio de su libertad de información, establecieron hace años –antes, inclusive, de la Constitución de 1991- las unidades investigativas, que permitieron evitar la impunidad en numerosas ocasiones. Y en años recientes ha sido por conducto de los medios que la opinión ha tomado nota de escándalos tan graves como los mal llamados falsos positivos –verdaderos crímenes de lesa humanidad-, las interceptaciones ilegales de comunicaciones -las de ayer y las de hoy”-, la “parapolítica”,  los privilegios existentes en cárceles comunes y en reclusorios militares; los “carruseles” de la contratación; los casos de corrupción en el Ejército, en municipios y departamentos  y en algunos despachos judiciales; las “pirámides”; las estafas en la Bolsa; la “mermelada” repartida para comprar conciencias… En fin, una labor que, salvo casos muy excepcionales en que se ha afectado la honra y el buen nombre de personas inocentes (lo que también ha ocurrido, y es malo que haya ocurrido), ha sido en general fundada en hechos reales y probados, o cuando menos ha dado lugar a la actuación de los órganos de control e investigación.

 

Bien por los medios. Pero merece análisis el hecho de que normalmente sean los medios los que primero lleguen y que sólo hasta entonces actúen las autoridades, tanto las gubernamentales como las de control. Ya se ha vuelto costumbre que el Estado, cada vez con mayor  frecuencia,  tome sus decisiones “a remolque” de los informes periodísticos y como consecuencia de los escándalos.

 

Así, por ejemplo, no es edificante, y por el contrario, desalentador, que el Gobierno –el Presidente de la República, el Ministro de Defensa- hayan sido “chiviados” por la revista Semana, dos veces en menos de quince días, sobre las interceptaciones ilegales de “Andrómeda” y la corrupción en algunos estamentos del Ejército. El conocimiento público tardío de tales hechos ha dejado al descubierto que el Ejecutivo no tenía control alguno en esas materias, o –lo que sería peor- que todo se produjo a su ciencia y paciencia, y sin ninguna indagación de carácter interno. La deplorable actuación gubernamental ha consistido en una sucesión desordenada de determinaciones  a posteriori, por cuya forma improvisada y equivocado manejo se ha perjudicado en algunos casos a oficiales cuya presunción de inocencia no ha sido desvirtuada –no hay nada más dañino que la siembra de la duda-,  amenazando además con desprestigiar a toda la institución militar, que, en cuanto tal, no lo merece.

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Sucedió en el año 2008 y es tema de hoy. La revista “Elementos de Juicio” en su número 13, expresó así, su opinión acerca del tema de las chuzadas. Lea el artículo en nuestra página web. Imagen:elementosdejuicio.com.

NO LO OLVIDE
 
 
 
LAS AUTORIDADES ADMINISTRATIVAS
 
CARECEN DE TODA FACULTAD PARA ORDENAR
 
O EJECUTAR INTERCEPTACIONES DE
 
COMUNICACIONES PRIVADAS, Y PARA SEGUIR
 
A LAS PERSONAS EN SU INTIMIDAD
 
 
 
Aunque consideramos que el asunto no solamente debe tener repercusiones
 
disciplinarias sino penales, es un avance que en febrero la Procuraduría
 
General de la Nación haya actuado contra varios funcionarios y ex funcionarios,
 
a quienes ya ha formulado cargos, por el escándalo de las denominadas
 
“chuzadas” -las interceptaciones a los teléfonos y comunicaciones- y por los
 
seguimientos a políticos de oposición, magistrados, periodistas y defensores de
 
Derechos Humanos.
 
 
 
Usando un mecanismo despreciable, propio de las dictaduras, el DAS y la
 
UIAF -organismos concebidos con fines muy distintos- fueron puestos al servicio
 
de un plan -cuyos máximos cabecillas, al momento de escribir estas líneas,
 
son todavía anónimos-, consistente en espiar, y por esa vía mortificar, asediar y
 
presionar a personas previamente seleccionadas que tienen como característica
 
común la de ser o estar en posibilidad de ser incómodas para el Gobierno.
 
 
 
En 2008 las evidencias al respecto condujeron a la renuncia de María del
 
Pilar Hurtado de la dirección del DAS. La decisión adoptada por la Procuraduría
 
el 22 de febrero la cobija a ella y a los también ex directores Jorge Noguera y
 
Andrés Peñate, y a otros servidores del organismo, así como al Director de la
 
UIAF Mario Aranguren. Además, al Secretario General de la Presidencia de la
 
República, Bernardo Moreno, quien pudo extralimitarse en sus funciones al buscar
 
informaciones acerca de personas privadas.
 
 
 
 
 
A favor de todos los disciplinados obra, por supuesto, la presunción de inocencia.
 
Y con mayor razón ella ampara al Presidente de la República, quien hasta
 
ahora no ha aparecido directamente incriminado.
 
 
 
A todos conviene –al país, primero que todo, y al propio Gobierno- que este
 
proceso y el penal no se queden a mitad de camino, y que alguna día, ojalá pronto,
 
sepamos la verdad sobre lo acontecido.
 
 
 
De acuerdo con la Constitución, los funcionarios administrativos, por importantes
 
que sean, carecen de facultad –que es estrictamente judicial- para ordenar o
 
practicar interceptaciones de comunicaciones o seguimiento a las personas.
 
 
 
Esta es una preciosa garantía democrática que debe ser escrupulosamente
 
respetada y preservada por el Estado. Por ello son necesarias y urgentes las investigaciones.
 
De lo contrario, será irremediable el daño causado a la administración
 
de justicia; a la libertad política; a la libertad de expresión; a la libertad de
 
prensa; a la intimidad personal y familiar de los ciudadanos. Y tendremos, en vez
 
de un Estado de Derecho, un nefasto régimen policiaco.
 
 
 
Al respecto, es bueno recordar algunas de las expresiones de la jurisprudencia
 
constitucional en cuanto a los alcances del artículo 15 de la Carta Política:
 
 
 
“La protección jurídica a la intimidad implica amparo positivo a la vida
 
privada, tanto en la fase individual como en la familiar, en cuanto ella constituye
 
factor insustituible de libertad y autonomía. La exposición a la mirada y a la
 
intervención de otros afecta un espacio de suyo reservado y propio, toda vez que
 
alude a elementos de interés exclusivamente particular.
 
El derecho a la intimidad que junto con la libre locomoción y la inviolabilidad
 
del domicilio, integra las garantías básicas reconocidas por la Constitución
 
a la libertad del individuo, tiene una de sus más importantes expresiones en el
 
secreto de la correspondencia y papeles privados.”
 
“El principio general es la libertad del individuo y el Constituyente consideró
 
que ella estaría mejor resguardada si su protección se confi aba a los jueces de
 
la República. Es así como, de acuerdo con lo establecido en el artículo 28 de la
 
Carta, el domicilio sólo puede ser registrado en virtud de mandamiento escrito
 
de autoridad judicial competente; mientras que la correspondencia y las demás
 
formas de comunicación privada únicamente pueden ser interceptadas o registradas
 
mediante orden judicial (artículo 15 de la C.N.).
 
 
 
El secreto de las comunicaciones, garantizado por el precepto constitucional
 
en cita, es considerado por la doctrina como un derecho individual resultado
 
del status libertatis de la persona, que, como ya se dijo, garantiza a ésta un espacio
 
inviolable de libertad y privacidad frente a su familia, a la sociedad y al
 
 
 
 
 
Estado. La inviolabilidad de la correspondencia es apreciada en cuanto preserva
 
el derecho de la persona al dominio de sus propios asuntos e intereses, aún los
 
intranscendentes, libre de la injerencia de los demás miembros de la colectividad
 
y, especialmente, de quienes ejercen el poder público.”
 
(...)
 
 
 
“De acuerdo con lo señalado en el artículo 15, inciso 3º, de la Carta Política
 
vigente desde 1991, para que la correspondencia pueda ser interceptada o
 
registrada deben cumplirse tres condiciones, a saber:
 
1. Que medie orden judicial;
 
2. Que se presente alguno de los casos establecidos en la ley;
 
3. Que se cumplan las formalidades señaladas en la ley.
 
Es claro que la orden de exigencia judicial implica una clara y terminante exclusión
 
constitucional de la autoridad administrativa, cuyas actuaciones en esta
 
materia al igual que acontece con la libertad personal -salvo caso de fl agrancia-
 
(artículo 28 C.N.) y con la inviolabilidad del domicilio, están supeditadas a la
 
determinación que adopte el juez competente. El Constituyente, al enunciar este
 
principio, no estableció distinciones entre las personas por razón de su estado o
 
condición, es decir que la Carta no excluyó de su abrigo a los reclusos, pues las
 
penas privativas de la libertad no implican la pérdida del derecho a la intimidad
 
personal y familiar ni tampoco la desaparición de un inalienable derecho a la
 
privacidad de la correspondencia.” (Cfr. Corte Constitucional, Sala Quinta de
 
Revisión. Sentencia T-349 del 27 de agosto de 1993).
 
 
 
La Corte Constitucional, en guarda de la cabal interpretación y aplicación
 
de las normas constitucionales enunciadas y de los tratados internacionales
 
sobre derechos humanos, que han sido estrictos y celosos en la materia (Cfr.
 
Convención Americana sobre Derechos Humanos, “Pacto de San José de Costa
 
Rica”, aprobada mediante Ley 16 de 1992, artículo 11; Pacto Internacional de
 
Derechos Civiles y Políticos, aprobado por Ley 78 de 1968, artículo 17), debe
 
declarar sin ambages que ninguna persona pública ni privada, por plausible
 
o encomiable que sea el objetivo perseguido, está autorizada para interceptar,
 
escuchar, grabar, difundir ni transcribir las comunicaciones privadas, esto es,
 
las que tienen lugar entre las personas mediante conversación directa, o por la
 
transmisión o registro de mensajes, merced a la utilización de medios técnicos
 
o electrónicos aptos para ello, tales como teléfonos convencionales o celulares,
 
radioteléfonos, citófonos, buscapersonas, equipos de radiocomunicaciones, entre
 
otros, A MENOS QUE EXISTA PREVIA Y ESPECÍFICA ORDEN JUDICIAL
 
Y QUE ELLA SE HAYA IMPARTIDO EN EL CURSO DE PROCESOS, EN LOS
 
CASOS Y CON LAS FORMALIDADES QUE ESTABLEZCA LA LEY, según los
 
perentorios términos del artículo 15 de la Constitución Política.” (Corte Constitucional,
 
Sala Plena, Sentencia C-626/96).

Fuente: "Elementos de Juicio. Temas Constitucionales". Año 2010, No.13, pág. 467-470
 
 
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Agenda de la Habana. John Marulanda.

11 Feb 2014
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Escrito por


John Marulanda
ABOGADO. Consultor Internacional en Seguridad y Defensa.
 
Continúa sin pena ni gloria el tercer punto de la agenda en La Habana. Algunos avances: programas de sustitución de cultivos ilícitos, planes integrales de desarrollo, recuperación ambiental y prevención del consumo: más de lo mismo que hasta hoy no ha dado resultado. El narcotráfico es una herida abierta a lo largo de toda Latinoamérica que supura violencia, corrupción y miseria, aunque el 80 % de la ganancia del negocio se quede en US. El consumo interno está aumentando en la región prohijado por una cultura mediática consumista, urbana, hedonista, individualista en un escenario de pobreza, justicia corrupta, narcohéroes y políticos que fungen de nuevos falsos profetas. Esto tampoco es nuevo: hemos estado condenados a tal noria por siglos. La solución al problema de producción y comercialización de narcóticos pasa muy por encima y lejos del huero diálogos sobre el asunto en la isla de los sátrapas caribeños.

El gobierno colombiano insiste en el paradigma de la represión militar y policial con el apoyo de Estados Unidos mientras que de dientes para afuera dice que hay que buscar alternativas. Las farc proponen de manera simplista la legalización y de modo truculento la desmilitarización de sus zonas de abrigo. El gobierno norteamericano apoya los diálogos pero reitera que las farc son la segunda organización de narcotráfico en el mundo y los jueces piden en extradición a sus cabecillas. 

En el entretanto los narcoterroristas siguen lavando, especialmente en Ecuador, las pingues ganancias del negocio con miras al sostenimiento de su aparato político y de sus representantes cuando se conviertan en honorables parlamentarios. 9 millones de dólares al mes que obtienen los frentes 36 y 57 en el Urabá y en la frontera con Panamá, por citar un caso, no son una suma despreciable y son más de 20 los frentes dedicados al negocio que permite a los nietos de la otrora guerrilla mantener un poder de facto en las fronteras con Ecuador y Venezuela. Así, aprovechando la dinámica capitalista, las farc operan como un cartel del Crimen Organizado moliendo, como chicle viejo, la santería marxista leninista al igual que los carteles mexicanos se encomiendan a Jesús Malverde. 

Lejos parecen -¿quieren?- estar las partes en entender las complejidades del asunto. Un exdirector de la Policía, ética y moralmente solo podría negociar con narcotraficantes bajo los parámetros legales vigentes: entrega y sometimiento a la justicia. A la pobre justicia colombiana. Pero en este tercer punto, todos parecen jugar a decirse mentiras para mostrar un acuerdo que resultará por lo menos inocuo y prolongará la inseguridad ciudadana que agobia a Latinoamérica, el continente más peligroso del mundo. Y el más mentecato: mírese si no el sardónico conciliábulo de la Celac. 
Imagen y Fuente: http://www.elcolombiano.com/
 
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